jueves, 15 de febrero de 2007

Aproximación a la complementariedad como contexto cultural para entender la violencia doméstica

Esta es la comunicación presentada en el III Congreso Internacional de la SAF, celebrado en murcia desde el 8 al 10 de Febrero de este mismo año y que tantas objeciones produjo, tal y como comenté en la entrada De pasiones y Razones.
(Las citas, y los datos están debidamente reflejados en el propio texto que aparece en las actas y en la bibliografía que cito).

1. Introducción
Esta comunicación se basa en una investigación antropológica sobre la violencia doméstica, que he realizado sobre más de 700 individuos de ambos sexos, a lo largo de 5 años. Es un estudio que llevé a cabo de una manera muy asimétrica, porque centré toda la investigación empírica en mujeres exclusivamente. ¿Por qué? La respuesta es muy clara, porque ellas son las víctimas, y quería que mi investigación fuese un trabajo acerca de las víctimas, de los efectos colaterales de un mundo complementario que tiene sus orígenes en dos momentos temporalmente identificables:
1. La emergencia de los clanes, como sistema de interacción doméstica.
2. La concepción del amor cortés, como sistema de interacción de pareja.

A lo largo de esta comunicación, pretendo ofrecerles una aproximación a ella de tal modo que también nos permita acercarnos al problema de la violencia doméstica, con un objetivo fundamental: poner de manifiesto que existe un tipo de violencia en el seno de la familia: la violencia emocional, que es cultural, y que está en la base que hace posible cualquier manifestación individual y social del maltrato.
Esta determinación teórica de las estructuras que hacen posible la violencia doméstica es fundamental, desde una dimensión práctica, para:
a) Ayudar a la prevención del maltrato antes de que se convierta en un problema estructural para las víctimas.
b) Contribuir a la recuperación de las víctimas a través de terapias que incluyan estrategias derivadas de fundamentos antropológicos.

Una última precisión: el contenido de esta comunicación sólo puede desarrollarse desde una concepción sistémica como contexto significativo. Lo que nos lleva a mantener como principio que aunque admitimos que la dimensión biográfica del fenómeno de la violencia doméstica es incuestionable, sólo podemos entenderlo de una manera completa y, por tanto, abordarlo con alguna garantía, si lo analizamos desde una perspectiva cultural.

2. Algunas precisiones acerca de la violencia
2.1. La violencia contra la mujer
Todos sabemos que existe la violencia y que, además, el mundo de la violencia, tanto por parte de los agresores como por parte de las víctimas es un mundo eminentemente masculino, salvo en el caso de la violencia doméstica, en el que mayoritariamente, los agresores son hombres y las víctimas, mujeres.
Incluso, en lo que se refiere al maltrato infantil y de ancianos en la esfera doméstica, la condición femenina sigue siendo un factor importantísimo a tener en cuenta:
a) Porque la mayoría del incremento en el maltrato a personas de la tercera edad se produce entre mujeres, con un aumento de casi el 167% entre los asesinatos en un periodo comprendido entre el 2000 y el 2003.
b) Porque aunque el maltrato infantil aumenta entre los años 2000-2004, mientras que en niños aumenta casi un 50%, en niñas lo hace en casi un 91% .

No sería, por tanto, sorprendente afirmar que bajo estas manifestaciones de violencia (ancianos y niños) se oculta el maltrato a mujeres.

2.2. Definición de violencia y tipos de violencia doméstica
Además, es necesario que tengamos en cuenta que no hay violencia accidental, sino que ésta es una conducta (activa/pasiva) que provoca daños, transgrede derechos humanos y busca el sometimiento y el control de la víctima.
Desde esta perspectiva, ¿qué tipos de violencia doméstica podemos distinguir? (Marta Torres Falcón) :
- Física, que se realiza contra el cuerpo de la mujer y suele caracterizarse por ser progresiva en intensidad y frecuencia y por ser cíclica.
- Psicológica (asedio, control, aislamiento,…), que se realiza contra la autoestima de la mujer y provoca inseguridad y minusvaloración.
- Sexual, que se realiza contra la libertad sexual de la mujer, obligándola a realizar prácticas sexuales que considera, o le resultan, desagradables y lesivas.
- Económica, que se realiza controlando los recursos económicos y materiales, limitando el acceso de la mujer a los mismos.

Pero todos estos tipos, de violencia, de los cuáles la mujer sólo suele ser consciente del primero, resultan inexplicables, aunque se puedan describir, sin un contexto que los dote de significado. Porque ¿cómo es posible que la mujer no sea consciente del maltrato psicológico, sexual y económico y, además, aguante durante años el maltrato físico?
Ni la tipología establecida, ni la dimensión individual del problema pueden darnos una respuesta adecuada. Para ello debemos introducirnos en las estructuras que hacen posible las relaciones domésticas, y darnos cuenta que allí se desarrolla un tipo muy concreto de relación entre mujeres y hombres: la complementariedad, que provoca un tipo de violencia implícita: la violencia emocional, que debe ser entendida como contexto a partir del cual deben ser pensados causa del maltrato.
¿En qué consiste la violencia emocional?
Las emociones son sentimientos de distinta intensidad y que son generados por ideas, recuerdos, situaciones, etc.
Son emociones, por ejemplo, la pasión, el humor, el afecto (amor y odio), etc. Y si bien es cierto que lo individual, el temperamento, es un factor importante para analizarlas, cuando lo hacemos debemos darnos cuenta que en esta dimensión sólo podemos describir el modo que tienen los individuos de manifestar normalmente las emociones.
En este nivel no hay ni pregunta por las causas ni posibilidad de respuesta. Ahora bien, si nos preguntamos por los modos de sentir (se) y pensar (se) en el interior del mundo y de nuestras relaciones con él (que incluye a los demás), nos estaremos preguntando por los modelos intersubjetivos que determinan nuestras emociones y, por tanto, por las causas de las mismas.
La conclusión es clara, las causas de la violencia doméstica no deben buscarse en la dimensión individual del fenómeno, ni tampoco en su dimensión social, sino en la cultura, en la propia estructura que posibilita el espacio de interacción entre los hombres y las mujeres, el ámbito de lo doméstico o lo que es lo mismo, la familia complementaria, entendida como el lugar donde los individuos se tornan sujetos socialmente hábiles. Donde todos aprendemos y aprehendemos esas habilidades necesarias para comunicarnos con los demás, que son como nosotros.
Nos desplazamos de este modo a la idea de complementariedad que debe ser entendida como un concepto que señala a los modos de pensarnos y sentirnos (ethos) en el interior de las relaciones domésticas, siendo, por tanto, el núcleo central desde donde entender la violencia doméstica como un fenómeno cultural.

3. El concepto de complementariedad como contexto
¿Qué tipo de relación se da entre mujeres y hombres en el seno de la comunidad?
No tengo dudas al respecto: de tipo complementario.
Esta afirmación tan breve es la que más problemas puede dar a lo largo de esta comunicación, como de hecho fue la que más problemas me dio a lo largo de la investigación, porque aquellas personas con las que he podido discutir acerca de ella se han mostrado muy reticentes, y en algunos casos, hostiles a la hora de aceptar que las relaciones entre los hombres y mujeres sean complementarias. A mi modo de entender, la razón estriba en un aspecto fundamental: los prejuicios con los que hombres y mujeres nos miraos los unos a las otras y viceversa. Prejuicios que, además, vienen contextualizados por la propia complementariedad.
Dicho de otro modo, en un mundo estructurado complementariamente, como es el caso de las relaciones entre hombres y mujeres, no entienden lo que significa la complementariedad como estructura.
En efecto, si recurrimos a la definición de complementariedad, que nos ofrece la Real Academia Española en su Diccionario de la Lengua Española, nos encontramos con que significa: “Calidad o condición de complementario” y si, desde aquí, nos vamos a la definición de complementario: “Que sirve para completar o perfeccionar alguna cosa”, entonces podemos empezar a entender las suspicacias que levanta el concepto.
Digamos que la inmensa mayoría de las personas pensamos que los hombres están hechos para las mujeres y las mujeres hechas para los hombres, en el sentido de las medias naranjas. Es decir que ambos se completan en sus funciones biológicas y sociales y culturales. Menganito está hecho para Zutanita, y por eso forman una pareja ideal (el orden que debe ser). Entonces se casan (el orden continúa) y fundan una familia ordenada, en la que cada cuál cumple con el papel que le es propio y que completa al otro, ya sea como esposa y esposo, ya sea como madre y padre (que ordenaran la siguiente generación).
Desde aquí, se desarrollan dos posiciones:
1. Los que consideran que esto es un hecho de la naturaleza y, por tanto, la sociedad y la cultura deben reflejar esa organización, y si se da una supeditación de la mujer al hombre, esta responde al orden da la realidad.
2. Los que consideran que esto no es un hecho natural sino social y cultural, y si se da un dominio del hombre sobre la mujer, este se debe a que el mundo se construye masculinamente, contra la mujer.

Pero hay otra posibilidad, pero para entenderla hay que pensar la realidad, en todas sus dimensiones, de una manera sistémica, hay que pensar en los individuos como procesos y no entidades. Es decir, pensar en un mundo en el que no se dan hombres y mujeres, como entidades distintas y distantes, sino esposo>esposa>esposo como proceso contextualizado por hombre>mujer>hombre, como proceso contextualizado por masculino>femenino>masculino......, como proceso contextualizado por la complementariedad.
En este sentido, la complementariedad no debe ser entendida en términos de individuos sino de relaciones. Y así, podemos entender que la relación entre, pongamos por caso, las leonas y las cebras (predador y presa) también es una relación complementaria, pero sólo puede ser definida en el interior de un entorno que la configura: la sabana.
Del mismo modo, cuando hablo de complementariedad como estructura de las relaciones domésticas, ésta no debe ser entendido como complemento o perfeccionamiento (esto es mito), sino también como dominio>sumisión>dominio. Y esto no significa qua las relaciones entre hombres y mujeres deban ser de este tipo, pero nos sitúan ante un hecho incuestionable, que este tipo de relación también está presente en la conformación de las relaciones domésticas. Y la gran modificación que hemos producido en todo el planteamiento, es que mujeres y hombres no son causa de las relaciones domésticas, sino efectos de las mismas.
A partir de este momento, todo cambia, porque nos vamos a introducir en un mundo de valores y de estructuras que van a conformar el ethos, y esto ya es una cuestión de contextos y no de individuos.
Ya hemos dado un paso más, más profundo de lo que pensamos, y desde aquí vamos a introducirnos (caer) en el mundo de los mitos, en el universo arcaico y contemporáneo de las narraciones que tienen que ser pensadas como estructuras y, como tales, como contextos significativos de nuestras conductas. Por eso, los experimentos llevados a cabo con las mujeres sujetos de esta investigación, han sido construidos a partir de retazos mitológicos comunes. Y a través de ellos se pueden oír las voces genéticas del pasado confundidas con las voces presentes del ahora. En una comunidad que es universal y atemporal, un continuo entramado de valores que nos vinculan a nuestros orígenes como humanos (síndrome del clan), y como occidentales (síndrome de Eloísa).

4. Definición sistémica de familia
¿Dónde se produce el contacto originario entre el individuo y la cultura?, ¿dónde adquiere el individuo su naturaleza intersubjetiva, como condición de posibilidad de su propia identidad y del devenir de la comunidad?, ¿dónde se conforma emocional y cognitivamente el individuo, como sistema comunicativo capaz de emitir y recibir mensajes de modo operativo?
La respuestas a estas cuestiones pueden ser contestadas desde el concepto de familia, que se desarrolla sobre la base originara de la interacción masculino>femenino>masculino...
Y así, se puede definir la familia como la unidad mínima de interacción de los individuos en el seno de una comunidad, cuya función principal consiste en transmitir y mantener la compleja estructura de representación, valoración y acción propia de la cultura en la que la comunidad está inscrita. De tal modo que se perpetúe el contexto ético y eidético que hace posible el mantenimiento de patrones conductuales reconocibles por todos los miembros de la comunidad.
Desde esta perspectiva, la familia es el primer sistema de interacción mediante el que se conforma la subjetividad de las individuos, bajo el horizonte de la intersubjetividad; articulándose, al mismo tiempo, desde una dimensión cognitiva y emocional, como elemento conformador de la identidad de los individuos en un sistema social dado.
Dicho de otro modo, la familia es el espacio en donde el individuo adquiere su ethos en relación con los demás. O lo que es lo mismo, el ámbito de conformación de la identidad: el sistema de interacción donde los hombres aprehenden a ser hombres y las mujeres, mujeres.
Por ello, podemos afirmar que la familia debe ser pensada como una estructura sistémica interrelacionada en todo momento con el sistema cultural en su totalidad, es decir, contexto psicológico que determina significativamente la personalidad y las conductas de los individuos en función de lo que socialmente se espera de ellos y, por eso, es inseparable de la comunidad en la que se haya inserta. De aquí que la primera afirmación nos conduzca a concluir que la familia, como dijimos anteriormente, no es el espacio privado donde los individuos desarrollan emocionalmente su existencia, sino el ámbito público de construcción del “ethos en relación con….”.
Pero, en sentido negativo, la familia puede ser definida como un sistema reactivo cuya función consiste en controlar el carácter recreativo de los individuos (que deben ser pensados como subsistemas); es decir, la capacidad que tienen los individuos de reconstruir la realidad, cognitiva y emocionalmente, de otro modo, con el fin de asegurar la estabilidad del sistema social.
Así pues, debemos entender las funciones atribuidas a la familia por Murdock :
- Control de la interacción sexual.
- Control de la fusión y fisión de los grupos.
- Control de la producción.
- Control de la educación.

Inciden en la consideración del ámbito doméstico como un sistema interconectado en el que el factor de conformación del ethos, se articula como el elemento unificador, mediante la inclusión de los individuos en un complejo sistema mítico que determina, para empezar, las relaciones entre los dos subsistemas elementales del sistema familiar: el hombre y la mujer.
Es obvio, que todas las funciones descritas por Murdock tienen como finalidad el mantenimiento del sistema social y, como vimos en los capítulos anteriores, la comunidad hunde sus raíces en estructuras culturales.
Así, la cultura es estructura y su función radica en la creación y conservación de la comunidad, que se efectúa a través de la familia
Pero, en este sentido, también la familia debe ser entendida, no sólo como contexto, podríamos llamarlo, educativo y civilizador ; sino que además es un factor fundamental, radicalmente importante, en la formación de la dimensión emocional de los individuos .
En esta dimensión debe ser pensada como el ámbito propio y constitutivo conformado por todos aquellos que son tenidos en cuenta en la vida de la persona, por lo que es fundamental comprender esta dimensión afectiva, para poder entender de modo correcto, la familia como espacio donde se genera la violencia emocional.
Pues bien, lo que vamos a intentar mostrar a continuación es que el modelo de ethos complementario es el mismo que aparece con los sistemas neolíticos de los clanes, con lo que podemos afirmar la familia aunque se reorganice, ética y políticamente, de distinta manera, sigue cumpliendo, ontológica y epistemológicamente, las mismas funciones cognitivas y emocionales en la formación de los individuos, que cumplía en épocas pretéritas.
Comprender esto, pasa por comprender la interacción originaria que conforma el contexto a partir del cuál el individuo se va a transferir e identificar con la comunidad .
Entender, entonces, qué es la familia y cuál es la función que realiza en el sistema social, pasa por entender, primero, qué tipo de interacción se produce entre la mujer y el hombre en los distintos sistemas culturales.
Y para poder comprender esto, nada mejor que un análisis histórico donde se vea el papel de la familia en el contexto de la construcción del ethos.
Porque como afirma Morin: “La Sagrada Familia se convierte en la base comunitaria mítica de la sociedad real, al tiempo que el parentesco lleva a cabo la concatenación biosociocultural entre micro y macroestructuras sociales”.

5. El origen de la complementariedad
Con el sistema cultural de cazadores-recolectores, nos encontramos con un contexto de interacción en el que la mujer y el hombre tienen el mismo valor desde su autonomía; y lo mismo acontece, pues, con la madre y el padre, la recolectora y el cazador. Un sistema, en definitiva, en el que no hay preferencia ni por el chamán ni por las “venus” .
Ahora bien, durante el Solutrense y el Magdaleniense se rompe el sistema de reciprocidad que determinaba el equilibrio entre el ethos femenino y el ethos masculino.
Entre el hombre y la mujer se produce una simetricidad representacional y afectiva, que da lugar a unas pautas conductuales complementarias, de sometimiento de la mujer al hombre, de la madre y esposa al guerrero-cazador.
En efecto, la mujer es madre y, en el seno de la intersubjetividad ya no es un factor de equilibrio y cohesión, sus logros sociales se identifican con los logros de sus hijos, el cuál sólo se identifica con su padre y con el clan de su madre.
Por otro lado, es esposa, y desde aquí, sólo puede atribuirse una parte del estatus de su marido, sin que él tome nada de ella.
Desde esta perspectiva, el control que la madre puede ejercer sobre los hijos debe ser, a su vez, controlado, dirigido, pues puede alterar el sistema social .
Este control se realiza mediante la configuración de un sistema arquetípico que:
1. Establece una primacía y una separación de lo masculino sobre lo femenino; de tal modo que mujeres y hombres son separados desde la infancia.
2. Establece un espacio ritual en el que los niños acceden al mundo adulto (social) en el seno de un clan.
3. Establece un contexto de referencia en el que lo femenino es reinterpretado desde lo masculino.
El resultado final es un sistema que se desarrolla desde la complementariedad como contexto, alejando a la mujer de toda esfera de poder, y controlando su influencia sobre la educación de los hijos.
Desde aquí, y en referencia al tema que nos ocupa, el control de la mujer se hace, incluso, más necesario; puesto que es el elemento fundamental para la transmisión de todo el sistema de representaciones y valores que van a configurar la personalidad de los individuos. Es muy importante insistir en la consideración maternal de la mujer, con todos lo calificativos mitológicos que ello conlleva y que quedan reflejados en las mujeres sujetos de mi investigación.
Por eso, es un error considerar que la mujer adquiere, en sí misma, consideración social como individuo, y aunque se pueda considerar toda una mitología de la mayor parte del neolítico en le que la mujer representa, unívoca y exclusivamente, la fuerza creadora de la Naturaleza, esta representación se hace a través de la figura de la madre, que se transformará posteriormente en “virgen”, esto es, en madre de un dios.
En este sentido, hay que destacar que a lo largo de todo el periodo paleolítico el chamán se va transformando progresivamente en sacerdote, figura que va a adquirir consolidación a lo largo del neolítico, por lo que no necesita representación alguna. Por ello no es de extrañar que “las representaciones masculinas (sean) escasas en las esculturas de la Europa Neolítica. En Achillion, por ejemplo, sólo dos de las doscientas imágenes representan deidades masculinas” .
En este nuevo espacio, el de la mujer como madre y el del hombre como sacerdote, que sustituye al de la venus y el chamán, la mujer va a jugar un papel mucho más importante, por cuanto de ella dependerá el control, de modo inmediato, de todo el proceso de aprendizaje social de los individuos, sobre todo en lo que respecta a su dimensión emocional. El hombre en tanto que sacerdote, por su parte, adquirirá un papel de control sobre la mujer, constituyéndose así como un mecanismo de control intersubjetivo creado por el sistema, con el fin de mantener, a distancia, el equilibrio del propio sistema, de tal modo que la familia, reorganizada a través de la las figuras de la “madre” y el “sacerdote” se conforma sobre la base de la complementariedad, desarrollándose, a partir de ahora, cognitivamente a partir de la figura del “padre”.
No se nos puede olvidar que la subjetividad debe ser controlada, pero esta ya no tiene un contacto cognitivo y afectivo inmediato con la intersubjetividad. Es decir, los individuos ya no tienen un contacto directo e inmediato ni con un grupo ni con un clan, que los vincule con el sistema social. El momento crucial es éste, el momento en el que, desde una perspectiva social, las dimensiones, emocional y cognitiva, del individuo adquieren funciones distintas, interiorizándose aquélla (inconsciente), y universalizándose ésta (conciencia), lo cual implica, de modo inmediato, no sólo un desajuste en el propio individuo, sino un desequilibrio entre su dimensión subjetiva y su dimensión intersubjetiva. En este momento, la familia debe asumir todas las funciones que antes compartían con el grupo y/o con el clan, con el fin de reducir, insisto una vez más, emocionalmente, la distancia efectiva entre la intersubjetividad, que es Estado, y la subjetividad.
Es, precisamente, esta distancia efectiva entre el individuo y el Estado, lo que hace necesario que se consolide una estructura mitológica rígida que:
1. Conforme la personalidad de los individuos desde su nacimiento, de una manera unívoca y unidireccional. Esto es, que todos los individuos se constituyan cognitiva y emocionalmente (sobre todo) en la interioridad de un linaje único, más allá del grupo local o del clan.
2. Determine, unívoca y unidireccionalmente, los patrones conductuales y las conductas de los individuos, de tal modo que se adecuen a un sistema más amplio que trasciende el grupo local o el clan.
3. Mantenga, continuamente, mecanismos de control complementarios, en el que lo emocional y lo cognitivo se equilibren, con el mínimo gasto posible para el sistema como una totalidad .

Pues bien, como quiera que la familia se hace necesaria en este sistema por su función educadora; esto es, como unidad mínima de transmisión de conocimientos, valores y conductas asociadas a la conformación de la personalidad de los individuos y de sus patrones conductuales; y como quiera que la madre se convierte en el primer sujeto de transmisión, la nueva estructura mitológica debe establecer un contexto restringido de acción para ella, que será caracterizado, como ya hemos dicho, por un espacio complementario en el que el hombre/padre/sacerdote (dominio) ejercerá un control intersubjetivo sobre la mujer/madre/virgen (sumisión).
Para ello, los arquetipos deben cambiar de contenidos, deben modificar sus significados, por lo que nos encontramos con que en las mitologías estatales la mujer aparece como potencialmente peligrosa; como aquello que produce el dolor y la muerte y, por eso, debe ser controlada por el hombre. Por el individuo concreto que establece lazos matrimoniales, que siempre son intersubjetivos, con ella .
En este sentido la mujer, reducida a su papel de madre y esposa, se constituye como complemento del hombre, desde su origen y, por ello, el único tipo de interacción posible es el de complementariedad, en todos los ámbitos.
De esta manera, el surgimiento del Estado provoca que se incida y refuerce el sistema de interacción complementario que había aparecido con el sistema de clanes, consiguiendo que la mujer, sustituta del grupo y del clan, transmita emocionalmente a su descendencia, un sistema de valores que imposibilite que la acción de los individuos pueda poner en peligro la supervivencia del Estado. Estamos hablando de sistemas hipercomplejos que necesitan multitud de mecanismos de control de conductas, y éstos, para que sean efectivos, tienen que ser muy próximos a los individuos. No se nos puede olvidar que, aun cuando nos sepamos, cognitivamente, miembros de un Estado, no nos sentimos ligados, emocionalmente, a la inmensa mayoría de los individuos e instituciones que lo componen.
Si pusiésemos en una lista todos los nombres de aquellas personas que nos importan, tanto emocional como cognitivamente, podríamos establecer una analogía entre las sociedades actuales y los comunidades de cazadores-recolectores del paleolítico (grupos locales, grupos reproductivos y grupos regionales). Si lo hiciésemos, nos daríamos cuenta de que cada unos de nosotros desarrolla su existencia cotidiana, en grupos que coincidirían esencialmente con los grupos locales y reproductivos. ¿Y el resto de los millones de individuos que forman parte de una sociedad? Para ellos está la ley, la razón, las instituciones, etc.
Así es más fácil entender las razones por las que las mujeres sujetos de esta investigación no vinculan emocionalmente ninguno de los fenómenos domésticos a su situación concreta. Llegando a distinguir entre las mujeres y ella, los hombres y su pareja, la familia y su familia. En este sentido la violencia doméstica, pongamos por ejemplo, es un problema social que tienen los demás.
Hemos visto que, conforme el grupo aumenta, la distancia cognitiva y emocional entre los individuos y el grupo se hace, como es lógico, cada vez mayor. Esto hace que la comunidad no sea efectiva como totalidad, para ejercer un control efectivo sobre el dinamismo de los propios individuos (sistemas abiertos y cerrados, conservadores pero creadores, estáticos pero dinámicos...), lo cual implica un peligro real, por cuanto el dinamismo creador del ser humano sin ningún tipo de control, y recuérdese que es una cuestión de control de posibilidades, puede poner en peligro, y de hecho lo pone, el equilibrio del propio sistema social, sometiendo a éste a un continuo proceso de desequilibrio y de desorden: conflictos internos y/o externos, redistribuciones de poder, desorganización institucional, heterodoxia, etc. que pueden poner en peligro la viabilidad de la comunidad.
En este momento, la intersubjetividad crea mecanismos para controlar cognitivamente a los individuos, “dejando en manos” de la familia el control emocional de los mismos. Pero hay que tener en cuenta que en la familia, es la mujer, la responsable última de la esfera doméstica, la que permanece en un contacto emocional continuo con los hijos, con lo que ella, como es normal, debe ser controlada a su vez, control que como hemos visto y seguimos viendo es ejercido por el varón, a través de unos complejos narrativos que crean un espacio efectivo de complementariedad.
¿Qué ocurre en la actualidad?
Se podría objetar que con el paso del tiempo la situación ha cambiado; que la distancia se ha vuelto a reducir, porque la ciencia, la técnica, la política, etc., han creado un espacio más limitado de interacción de los individuos, es decir, han acortado la distancia entre los individuos y el grupo a través de la tecnología, los medios informativos, los sistemas educativos, etc. Por ello, en la actualidad, hombres y mujeres están reorganizando todo sus sistema de interacciones, favorecidos, además, pero dicha reorganización, que cognitivamente está clara, se torna emocionalmente oscura, sobre todo porque se está produciendo un desajuste entre dicha por la concienciación sobre la igualdad de la mujer con respecto al hombre.
A esta objeción se le podría contrarrestar con los datos (económicos, políticos, sociales, subjetivos, intersubjetivos, cognitivos, emocionales, locales, regionales, nacionales, internacionales, etc.), expuestos en esta investigación. Siendo optimistas podríamos, inclusive, admitir que se están produciendo modificaciones en las relaciones entre hombres y mujeres, sobre todo en las dimensiones éticas y políticas, pero no es suficiente. Porque para que se puedan producir modificaciones profundas, debemos cambiar, ontológica y epistemológicamente, los modos que tienen los individuos de pensarse y sentirse emocionalmente, en el interior de las relaciones domésticas. Sólo de este modo podremos modificar los caracteres intersubjetivos y producir una reorganización y redefinición de las funciones que la familia debe cumplir en el seno de la comunidad.
Dicho de otro modo, los cambios éticos y políticos afectan a la dimensión subjetiva de los individuos, pero no a su condición intersubjetiva. Sobre ésta sólo pueden actuar modificaciones en los sistemas complementarios de relación, y éstos actúan a través de la familia.
Si vamos, de un modo superficial, a los datos obtenidos en mi investigación, nos encontramos que cuando se les pide a las mujeres sujetos de esta investigación que indiquen, por orden de mayor a menor importancia, los contextos desencadenantes de conductas de violencia doméstica: televisión, colegios, institutos, amistades, familia, y complejos psicológicos los resultados son:
- Más del 65% considera que la familia es el contexto más importante, mientras que el 26, 08% la sitúa en el segundo lugar (tras los complejos psicológicos). Y sólo el 3,8% coloca a la familia en el último lugar.
- El 39,1% considera los complejos psicológicos en primer lugar, seguidos por la familia, con un 26,08%.
- Destaca como tercer contexto las amistades y como cuarto, la televisión.
Si se les pregunta, por otro lado, si consideran que las instituciones educativas pueden contribuir a la solución del problema de la violencia doméstica: el 66,6% afirma que no, que el lugar adecuado es la familia, que es donde se educa a niños. Mientras que el 20,8% afirma que podría ser una ayuda, pero siempre como apoyo a la familia. Sólo el 12,5% considera que sí sin condiciones.

¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto?
1. Que las mujeres sujeto de esta investigación, consideran que la violencia doméstica es un problema que se soluciona fundamentalmente con educación, aunque inciden en la necesidad de leyes que persigan el maltrato.
2 Que la violencia doméstica es un problema que se interpreta desde dos dimensiones distintas:
a) Intersubjetiva, desde la que interpretan que la familia (no su familia) es el lugar donde se aprenden las conductas machistas y violentas. Con lo que la familia es pensada como el lugar originario para la solución a los problemas de la violencia doméstica.
b) Subjetiva, desde la que interpretan que la violencia doméstica es un fenómeno provocado por problemas psicológicos, tanto de ellas como de ellos.
3. Incluiría, aquí, una tercera conclusión: que los ciudadanos tienen más sentido común que los políticos, porque al menos ellas son capaces de vislumbrar el lugar dónde se origina la violencia doméstica: la familia complementaria.

Si tomamos todos estos datos, hay algo que las mujeres intuyen cognitivamente, pero niegan emocionalmente: que son sujetos transmisores de las causas que posibilitan la violencia doméstica, pero eso les ocurre a las demás, porque en su familia, tanto ella como su pareja, se complementan perfectamente.
Y esta interpretación encaja con los siguientes datos:
- Sólo el 30,4% de las mujeres con las que he trabajado reconocen haber presenciado algún episodio de violencia doméstica. En concreto sólo señalan, un caso. Pero, siguiendo con la sorpresa, no llega al 29% el porcentaje que hace referencia al maltrato psicológico.
- Todos los casos se dan fuera de su familia, porque en su entorno familiar, el 60% no había padecido ninguna conducta machista, y el resto, cuando afirman que sí han padecido conductas machistas por parte de sus parejas , asocian las conductas machistas, exclusivamente, a las labores del hogar. Como mucho, llegan a incluir alguna discusión con su pareja sobre quién conduce mejor si los hombres o las mujeres.

¿Cómo compaginar el 65% que considera que la familia es el contexto donde se origina la violencia doméstica, a través de la educación machista que reciben las personas; con el 60% (más el resto que sólo lo perciben en la colaboración en las tareas del hogar) que afirma que en sus familias ese tipo de conductas no se producen, o el 70% que no han presenciado, jamás, ningún episodio de maltrato?
Todo es interpretado desde valores masculinos, y desde ellos ni el maltrato psicológico es percibido, ni son machistas (bueno, sí lo son, pero sólo cuando preguntan, y aunque no son deseables sí son esperables), aquellas conductas cotidianas que responden a la identidad propia de cada sexo en el interior de las relaciones domésticas.

6. Bibliografía
AA.VV., La nueva comunicación, Kairós, Barcelona, 1994.
Bateson, G., y Ruesch, J., Comunicación. La matriz social de la psiquiatría, Paidós, Barcelona, 1984.
Facchini, F., L`Home: ses origines, Flammarion, Milán, 1990.
Harris, M., Introducción a la antropología general, Alianza Editorial, Madrid, 1995.
Kay Martin, M., y Voorhies B., La mujer un enfoque antropológico, Anagrama, Barcelona, 1978
Morin, E., El paradigma perdido: el paraíso olvidado, Kairós, Barcelona, 1978.
Ries, J., Tratado de antropología de lo sagrado. Las civilizaciones del Mediterráneo y lo sagrado, Trotta, Madrid, 1997.
Sanmartín, J., El laberinto de la violencia, Ariel, Barcelona, 2004.

6 comentarios:

javier ortega dijo...

Estimado Javier:
>
>Por fin puedo escribirte detenidamente. Ya he leído tu comunicación.
>Como sabes yo no me encuentro en disposición de hacer algún
>comentario válido pero como lector interesado tu planteamiento me
>sugiere algunos interrogantes. Ante todo agradecer tu claridad
>explicativa.
>Por un lado, cuando hablas desde el problema del aislamiento, del
>cual dices que procede del modo de ser femenino, quiero entender que
>surge a causa de un problema cultural (entendido en el sentido de
>tradición cultural) porque si no es así, es decir, si fuera por la
>forma que tiene la mujer de estar en el mundo estarías planteando un
>problema metafísico creando una dualidad existencial de sexos que no
>conviene para nada a la mujer. En este sentido el discurso que
>interesa como forma de combatir no es la diferenciación entre seres
>humanos, sino un discurso de igualdad.
>Por otra parte esto enlazaría con una pregunta. Una vez que hemos
>analizado la violencia domestica como problema cultural ¿qué pasa a
>ser o en qué se convierte? ¿En un problema institucional, jurídico,
>etc.?
>Se me ocurren muchas cosas con respecto a este tema. Es tan
>sugerente que es fácil meter la pata y llegar a malas
>interpretaciones. Me preocupa mucho el tema en el sentido en que a
>mi particularmente me han tachado alguna vez de maltratador en el
>sentido psicológico y de anulación de la otra persona. Lo cual no sé
>si puedo negar ya que como maltrato psicológico yo entiendo algo
>diferente de lo que pueda ser mi carácter particular (perfeccionista
>y maniático). Un carácter que tiene que ver mucho con el lugar de
>nacimiento, con el entorno, con la infancia y con la educación
>familiar. Espero que no me malinterpretes. Pero este tema yo lo
>abordaría –y perdona mi ignorancia- desde la historia de las
>mentalidades y desde la psicología histórica, algo así como a la
>Foucault. Ya sabes de mi obsesión por la historia. Convendría ir más
>allá en el sentido de analizar las historia personal de lo que luego
>deviene en la psicología de un maltratador. No digo que sean
>enfermos, sino qué es lo que ha hecho que se conviertan en
>mediadores de actos violentos y que la paguen con el otro en tanto
>que constructos culturales. Al fin y al cabo, si nos ponemos por
>encima de la situación, no son más que pobres desgraciados. Como
>problema cultural –algo verdaderamente acertado por tu parte-
>plantear así las cosas ayudaría a empezar de nuevo. Por ejemplo
>desde las bases para una buena educación infantil (escolar y
>extraescolar). Ayudaría a empezar a forjar lo que con el tiempo
>podría ser una nueva tradición cultural.
>No sé hasta que punto lo que te digo tiene algún sentido. En todo
>caso puedes no hacerme ni caso. En cuanto a tu investigación no hace
>falta que te diga que dono mi cuerpo a tu ciencia en caso de que
>necesites estudiar a un fontanero maniático como yo.
>Saludos.

javier ortega dijo...

Ante todo, muchas gracias por tu interés y por tu aportación.
La próxima entrada que haga intentaré dar una explicación más completa.
En principio comentarte que la violencia doméstica, desde la perspectiva que yo he investigado debe ser pensada como, por ejemplo (y es un ejemplo) una especie de marginación.
Así, del mismo modo que el marginado sufre un aislamiento cultural, la maltratada se encuentra aislada en el interior de sus propias emociones, que tienen su correlato social y cultural.
Con respecto a la segunda cuestión que planteas, la historia personal es importantísima, pero vuelvo a la analogía anterior: Es cierto que en los barrios marginales hay mucha gente que no vive de la marginación (delincuencia, etc), y hay gente que sí. Evidentemente esto nos sitúa ante la necesidad de tomar en consideración las historias individuales, pero no se nos debe olvidar jamás, que la marginación se realimenta a sí misma configurándose, también, como un contexto que predispone para...
Por último, la educación escolar y extaescolar no significan nada en el nivel de las emociones, ahí deben operar otros elementos más importantes como la familia.

Palas Atenea dijo...

En respuesta a la primera contribución de este apartado.
Estimado compañero, ante todo agradecerle todos los puntos que ha planteado en su contribución. A estas altas horas de la noche me han despertado gran interés y me han llevado a reflexionar un poco más sobre este tema, si cabe.
Me planteo muchos interrogantes sobre sus líneas pero el espacio apremia y voy a centrarme en lo que más me ha llamado la atención. Permítame antes hacer un preámbulo, que creo que es interesante. Debo decir que mi ignorancia sobre temas filosóficos y antropológicos es infinita, tan sólo leo, analizo, interpreto y juzgo según lo que observo en “mi mundo”. Por ello, disculpe y justifique por anticipado mi humilde opinión.
Voy a aprovechar su referencia a Foucault para hacer una breve alusión a él. Hace ya algún tiempo leí la Microfísica del Poder, donde Foucault aludía a la existencia de la ya conocida relación dominación-represión presentada en términos de lucha-sumisión. Si no recuerdo mal (a rasgos muy generales), Foucault decía que el poder se genera y materializa en una extensa gama de relaciones interpersonales y que los individuos están siempre en situación de sufrir y de ejercitar ese poder. Por lo que entendí de su obra, todos actuamos como victimas y victimarios del poder, estando en una situación ambivalente con respecto al poder, participando de él y estando sometidos al mismo…Pero yo me pregunto ¿Cuáles son las relaciones de poder apropiadas si es que las hay?¿para qué sectores son apropiadas?¿puede sustentarse una relación de poder, alejada de la situación que le diera origen? Su obra (y con todos los respetos de una ignorante) me pareció que se basaba excesivamente en esa premisa, en esa relación inexorable y “necesaria” de poderes para poder solucionar todo… y esta opinión la extrapolo a uno de sus comentarios. “Al fin y al cabo, si nos ponemos por
encima de la situación, no son más que pobres desgraciados”. (Perdone la acotación y soy consciente de la descontextualización) Bajo mi punto de vista, no podemos “echarle” toda la culpa a la cultura, a nuestro entorno, a las relaciones de poder que “nos oprimen”. Ningún oprimido, marginado o cualesquiera que sea la terminología empleada BAJO NINGÚN CONCEPTO puede ser eximido de un determinado comportamiento (concepto de autonomía?). Por la misma regla de tres, todos estaríamos eximidos de las consecuencias e implicaciones de nuestras acciones porque todos estamos inmersos en este sistema de poderes …..Es lo más sencillo y la más cómoda estrategia del ser humano, la autocompasión, pero creo que no es la más acertada.
Por otro lado me gustaría referirme a su afirmación “No digo que sean
enfermos, sino qué es lo que ha hecho que se conviertan en
mediadores de actos violentos y que la paguen con el otro en tanto
que constructos culturales”. En efecto, comparto con usted que es de vital importancia indagar y ahondar en las razones que llevan al individuo a ser mediador de actos o palabras violentas, pero aún así reivindico, como lo he hecho antes, que no nos quedemos en un plano meramente externo, en el que se culpe a la cultura, sino que se ahonde en la psicología y forma de ser del individuo en cuestión, por supuesto concibiéndolo como constructo cultural. En muchas ocasiones, la psiquiatría o psicología tiene las respuestas tan invisibles al ojo humano y a la lógica del razonamiento. Es ahí donde se pueden percibir ciertos “indicios”, “comportamientos”, “sentimientos” o “razones” (no sé cómo llamarlos) de un comportamiento determinado. Por poner un ejemplo, la falta de reconocimiento externo (ya sea en la infancia o a lo largo del trayecto vital) puede ser una de las razones por las que un hombre necesite dejar claro a su víctima quién es el que provee al otro de seguridad en la relación, quién es el que toma las decisiones acertadas, el inteligente,el maduro etc…es decir, necesita sentirse “alabado” por su compañera sentimental, necesita sentirse un “macho” y un “padre” a la vez, y para conseguirlo, inconscientemente o conscientemente (no lo sé, quiero pensar que la primera) activa todos los mecanismos (más visibles y menos visibles/de una forma magistral y sutil o de una forma despiadada) para que así sea. La persona, que creo que puede bien denominarse enfermo (adjetivo que para mí no tiene ninguna carga semántica peyorativa; según la RAE enfermedad es toda pasión dañosa o alteración en lo moral o espiritual, por ejemplo, la ambición es una enfermedad, las enfermedades del alma,etc…) no sólo niega su enfermedad sino que ni siquiera se plantea la posibilidad de ser un enfermo y echa mano de un sinfín de razones que justifiquen su comportamiento “inapropiado” (por calificarlo de alguna manera) en un momento determinado, pero el problema ya no es sólo de él, sino de otra persona, de su compañera, y eso ya es más complicado….Una última pregunta, y perdone mi osadía y mi curiosidad pero, ¿cómo puede ser que tan sólo por su carácter perfeccionista y maniático le achaquen de maltrato psicológico?
Esta es mi humilde opinión, espero no haber malinterpretado sus palabras y siento haberme extendido en exceso…
Gracias

javier ortega dijo...

Muchas gracias por tu contribución.
Antes de continuar quiero hacer una aclaración.
La primera entrada no es del autor de este blog, lo que pasa es que la publiqué desde mi correo electrónico.
Originariamente esta participación la realizóuna persona a raíz de una comunicación que yo hice durante un Congreso. Le pedí permiso para publicarla en el blog y contestarle desde aquí y él me dijo que sí.
Una vez aclarado esto, espero que esta persona se haga eco de las palabras de Palas Atenea y le conteste.
Yo por mi parte tres cuestiones:
1ª Estoy preparando una nueva entrada en la que intentaré dar respuesta de la manera más coherente posible a la primera contribución.
2ª Con respecto a la contribución de Palas Atenea: una precisión.
Cuando dices que no se puede eximir de respondsabilidad a las víctimas, estoy de acuerdo contigo, sin reservas, si te estás refiriendo al maltratador, pero no si te estás refiriendo a la víctima, pensemos por ejemplo en las mujeres afganas, etc. (pero bueno, esta cuestión necesita de más explicación y así lo haré). Pero debemos tener en cuenta que determinados problemas, de índole cultural, necesitan soluciones en distintos niveles y debemos plantearnos dichas soluciones, desde los ámbitos más básicos que les sirven de contexto.
Si hablamos de relaciones domésticas, una vez admitidos las responsabilidad de los individuos (sin reservas con respecto a los maltratadores y con reservas con respecto a las maltratadas), porque si no, no hablaríamos de víctimas sino de "victimización", debemos plantearnos qué principios hacen posible que se puedan organizar sistemas de relaciones humanas en los que el maltrato (físico, psicológico, sexual y económico) sea posible y esté normalizado, aun cuando no sea deseable.Si lo hacemos así llegaremos a los sistemas de relación complementario cuyos efectos pueden ser, y en muchos casos los son, el ejercicio unidireccional del poder.
3ªEnlazando con esta segunda cuestión, no tengo nada claro que las relaciones domésticas sean estructuralmente un tipo de relación de poder de lo masculino sobre lo femenino. Aunque el poder sea una consecuencia que se deriva del modelo de relación.

Palas Atenea dijo...

Siento mi imprecisión, en efecto me refería que no se puede eximir al maltratador de la responsabilidad de sus actos. Gracias por su puntalización sobre la cuestión del poder. En efecto, tampoco creo que estructuralmente en la violencia doméstica se de una relación de poder, pero utilizo estas relaciones de poderes para referirme a las consecuencias de la relación entre modo de ser femenino y masculino...En efecto, no creo que estructuralmente se de una lucha para ostentar el poder, pero sí creo que el aspecto del poder unidireccional, puede ser causa y efecto a la vez de una determinada relación..No sé si me explico muy bien...
Animo al autor de la primera contribución a comentar la última pregunta que le lancé. También me despierta bastante curiosidad cómo se podría enfocar este tema desde la historia de las mentalidades.
Gracias

javier ortega dijo...

Hola, Palas:
A lo largo de esta semana intentaré darte una visión general de eso que llamas historia de las mentalidades, aunque yo prefiero verlo como estrategias de control social sobre los individuos.
Pensarlo de este modo implica que dichas estrategias pueden ser modificadas siempre que haya voluntad social (te sorprendería saber la poca voluntad social que existe en todos los estratos de la sociedad) y, por tanto, exigencia a los políticos.
Ahora bien, no voy a inundar el blog con datos de la investigación, sólo con las conclusiones.
De nuevo, gracias por tu participación.