lunes, 28 de abril de 2008

Ministerio de Igualdad

Tras la formación del nuevo gobierno, hay dos ministerios que están trayendo cola: el de Defensa y el de Igualdad. Los motivos parecen distintos, aunque en el fondo sean los mismos.
No voy a entrar a hacer ningún comentario acerca de los episodios intestinales de individuos de la calaña de Berlusconi, obispos italianos, “copes” y similares. Ni quiero, ni debo, ni me apetece, ni se lo merecen. Queda zanjada, pues, la cuestión.
Ahora bien, si deseo hacer algún comentario acerca del Ministerio de Igualdad, y no sobre su titular, a la que no conozco ni como persona ni como política, aunque imagino que será muy competente, dado su nombramiento.
En general, estoy escuchando opiniones desfavorables de la gente, motivadas por un desconocimiento muy grande del problema, pero aún así permanece en mí la sensación de que quizás las funciones se podrían haber desarrollado desde la vicepresidencia. Ahora bien, reconozco mi ignorancia respecto a sus funciones y, por tanto, voy a tomar como punto de partida el hecho de que la vicepresidencia no podría hacerse cargo de un problema de tan grandes dimensiones.
Así pues, voy a intentar contestar desde aquí a todos los escépticos.
¿Hay una necesidad real para la creación de un Ministerio de Igualdad, o responde, más bien, a medidas propagandísticas?
Desconozco cuál es la intención del presidente Zapatero y de sus asesores. El tiempo lo dirá y como siempre pondrá a cada uno en su sitio, aunque sea éste un absurdo consuelo en el que se aglutinan las oportunidades perdidas.
Mi opinión personal y autorizada, si se me permite el exceso, ya que llevo muchos años investigando la violencia de género, es que este Ministerio SÍ es necesario. Muy necesario ética, política, filosófica y socialmente.
Pero para ver esta necesidad hay que reconocer previamente que la violencia de género es un problema real que existe en una sociedad complementaria (domino/sumisión), en la que las mujeres son y están en dependencia de lo masculino: como personas, esposas y madres.
Y precisamente, este reconocimiento es el primer gran obstáculo que debe vencer el nuevo Ministerio. Nada fácil, por cierto, ya que tiene los datos en contra: sólo el 2,6% de la población mayor de 18 años, reconoce que la violencia doméstica es un problema grave en España; y apenas un 0,32% considera que la mujer tenga problemas en la sociedad actual. Pero estos datos, que no aparecen en el preámbulo de ningún proyecto o análisis, de la situación de la mujer en la sociedad española (han sido extraídos por mí a partir de las encuestas de población realizadas por el CIS desde 2001 hasta 2007), son tan “elevados” porque incluyen las opiniones de las mujeres, que si vemos los relativos exclusivamente a los hombres: la otra parte del problema, que siempre se nos olvida, la situación es para echarnos a llorar: por lo menos algunos, porque a la inmensa mayoría les trae sin cuidado.
Dado este punto de partida, y dado que va a ser mirada con lupa, es muy importante que la ministra tenga muy claro cuándo, cómo, dónde y por qué. Ya que en este gravísimo problema, que apunta en última instancia a las más profundas estructuras de la condición femenina, están involucrados valores económicos, religiosos, morales, jurídicos y políticos. Por esta razón, el nuevo Ministerio tiene que servir de aglutinante, guía y contexto para otros ministerios e instituciones: Economía, Trabajo y Asuntos Sociales, Educación, Justicia, Sindicatos, Patronal, medios de comunicación…, a los que hay que dirigir con respecto a la cuestión femenina, y de los que hay que reclamar una acción conjunta a corto, medio y largo plazo.
Para llevar a cabo esta ingente tarea, los objetivos del Ministerio de Igualdad tienen que ser muy claros y concisos, debiendo abarcar desde la más inmediata intervención, para proteger a las víctimas y rehabilitar a víctimas y agresores (si es posible), hasta el desarrollo de valores sociales en los que se defienda la autonomía de la condición femenina con respecto a la masculina. Y todo esto con el objetivo final (por muy utópico que resulte), de construir una sociedad en la que las relaciones entre mujeres y hombres sean de reciprocidad.
Los pasos a seguir (es una sugerencia fruto de 6 años de investigaciones antropológicas):
- Desmontar la condición complementaria del matrimonio y acentuar la unidad doméstica como sistema de relaciones sociales.
- Manifestar la relación intrínseca existente entre los modelos complementarios de familia y la situación de la mujer en la sociedad.
- Mostrar que la violencia de género es un fenómeno cultural y universal que conlleva maltrato psicológico, económico y sexual, y que el feminicidio es su manifestación externa.
- Incorporar la condición femenina como contenido específico en los currículos de la Enseñanza Secundaria.
- Generar estrategias que incidan sobre los hombres como parte del problema y de la solución.
- Desarrollar campañas permanentes e inteligentes para elevar la conciencia de los individuos.
- Proporcionar unas bases a los especialistas, para la asistencia social integrada de víctimas y agresores.
- Dotar a víctimas y agresores de los contenidos necesarios para realizar terapias integrales y efectivas de recuperación.
- Ofrecer al sistema jurídico los fundamentos necesarios para que las sentencias expresen una concepción integrada de la violencia doméstica.
A partir de este momento –invito a la utopía-, todos debemos intentar colaborar con nuestras opiniones y actitudes, para hacer posible un mundo sin violencia de género. Y yo desde aquí estoy dispuesto a seguir trabajando en ello.
Buena suerte, Sra. Ministra.