miércoles, 17 de noviembre de 2010

Programa integral de intervención en el sistema educativo

Desde que acabé la investigación y se publicó he seguido trabajando en la elaboración de un programa de intervención integral en el sistema educativo.
Siempre he considerado, y basta leer este blog o La soledad de Mae para darse cuenta de ello, que en la lucha por la erradicación de la violencia contra la mujer, no sólo debíamos invertir dinero y crear una red de asistencia integral para las vícitmas, sino que además debíamos intervenir en el sistema educativo como el espacio propio para la prevención.
Ahora bien, a pesar de lo que se diga, los programas de intervención en el sistema educativo deben tener una doble domensión: por un lado deben incidir en todos los aspectos del proceso educativo: actividades extraescolares, tutoría y cirrçículo. Por otro, deben desarrollarse desde el sistema de valores culturales que pretendemos erradicar.
Obviar estas dos dimensiones es lo que hace que la mayoría de los programas fallen, como bien sabemos los profesores y el propio alumnado.
Pues bien, mi programa de intervención en lo que se refiere a las tutorías, que es el que ahora te presento, ya está terminado y la editorial Pirámide (del grupo Anaya) lo publica a finales de este mes con el título ¿Y tú que quieres ser...? Intervención contra la violencia de género en las tutorías de la ESO,(200 páginas ISBN 978-84-368-2418-6 ı 266015). El resto del programa todavía no se ha publicado.

Este programa parte de una idea fundamental que aunque parezca obvia, os puedo asegurar que la inmensa mayoría de las personas que se dedican a tratar del problema de la violencia contra la mujer, no se dan cuenta: que es un problema complejísimo que nos afecta a todos, puesto quie es una consecuencia de nuestro sistema de valore, no como occidentales, sino como humanos.
Por esta razón, debemos tener en cuenta de que antes de impartir un
programa de este tipo, debemos saber de qué estamos hablando realmente y de cómo se presentan esatas estructuras de valores en nosotros. Si lo hacemos así nos daremos cuenta, asimismo, de que aproximarnos al fenómeno de la violencia contra la mujer es siempre una tarea ardua, tanto por la complejidad del tema como por la cantidad de prejuicios que suelen rodear e incluso oscurecer esta cuestión.
Vivimos en un mundo de violencia, y eso nadie puede negarlo. La encontramos a nuestro alrededor: en la calle, en las familias, en los institutos, en la sociedad en general, desplegándose cotidianamente a través de conductas, actitudes, y prejuicios que nos invaden y nos convierten unas veces en víctimas, otras en agresores, las más en cómplices o en testigos. ¿Quién de nosotros no ha sufrido “en carne propia o ajena” una experiencia cotidiana de violencia en el aula o en el instituto?
¿Es un déficit de las estrategias para las relaciones interpersonales? ¿Es el resultado esperable de una especie que ejerce un dominio despótico e irresponsable en el mundo? ¿Es la causa de vivir en familias desestructuradas? ¿Es la consecuencia de un estilo de vida vertiginoso que nos “promete” un éxito fácil y rápido?
Como verás si sigues este programa, de todo un poco hay.
Sea como fuere, y esto lo sabemos muy bien los profesores, la violencia se convierte cada vez más en un recurso fácil e inmediato que se utiliza para imponer criterios, valores, ideas y voluntades; un instrumento cotidiano que regula las relaciones entre las personas y que atenta contra su integridad física, psíquica, económica y sexual.
¿Qué podemos decir objetivamente de la violencia?
1. Que durante la adolescencia es cuando aparecen conductas asociadas a comportamientos antisociales: sobre los 13 años para ellos y sobre los 14 para ellas, y desaparecen normalmente entre los 17 y 18 años en ellas y los 23 y 24 en ellos.
2. Que la tasa más alta de agresión y victimización se da entre los 20 y los 24 años.
3. Que el sexo masculino es el factor de riesgo más elevado tanto en lo que se refiere a los agresores como a las víctimas: 20% de factores genéticos, más 20% de factores evolutivos, más 60% de factores ambientales, tienen la culpa.
4. Que estas características se cumplen en todos los tipos de violencia salvo en uno: LA VIOLENCIA DE GÉNERO en todas sus manifestaciones (física, sexual, psicológica y económica) en la que el agresor es el hombre y la víctima: la mujer.
Y lo más curioso de todo es que es precisamente este último aspecto de la violencia el que más rechazo suscita.
Los datos son incuestionables, trágicos, inmorales e injustos (lo podrás ver a lo largo del programa), y convierten a la mujer en un sujeto subordinado y sometido a lo masculino. Lo dice la ONU, la OMS, la Unión Europea, los distintos gobiernos: y sin embargo, la mayoría de las personas tendemos a no admitirlo, a negarlo abiertamente usando argumentos que como profesores que somos, no admitiríamos en nuestros propios alumnos: “como a mí no me pasa, entonces NO pasa”. Cierto es que este tipo de argumento (en el que se universaliza lo particular) es muy común, pero debemos resaltar dos cuestiones: primera, que es erróneo y, por tanto, inválido; segunda, que no hacemos lo mismo con otros fenómenos cotidianos que afectan a nuestras emociones.
En efecto, a nadie se le ocurre decir: “como yo no soy pobre, entonces no existe la pobreza”, ni “como yo no tengo un tumor, entonces no existe el cáncer”, etc., y sin embargo, todo lo que se refiere a la violencia estructural contra la mujer es, cuanto menos, minimizado; y todas las medidas que se toman para combatir ese tipo de violencia estructural es criticado.
Lo sé muy bien, llevo desde 1990 dedicándome a estas cuestiones: investigando, escribiendo libros y artículos, dando conferencias, impartiendo y organizando cursos de concienciación (policías, personal sanitario, profesores, alumnos), creando programas de intervención, etc. No, no es flor de un día, ni oportunismo mediático: son ya 19 años de dedicación, con mejores o peores resultados, al conocimiento de la violencia estructural contra la mujer y a la lucha para erradicarla.
Y, precisamente, fruto de esta dedicación es lo que te presento aquí: un programa para la tutoría que he creado y puesto en práctica, como parte de un programa integral para que los alumnos puedan reconocer y modificar todo el sistema de valores que subordinan a la mujer y la convierten en víctima de violencia de género, aun cuando ninguna que conozcas lo haya sufrido directamente:
Si te das cuenta acabo de introducir una variable nueva: sistema de valores, y es precisamente aquí donde está la clave de todo. La violencia contra la mujer sólo se puede erradicar si actuamos en el ámbito de la prevención, y esto sólo es posible si somos capaces de ir más allá de las historias personales de maltratadas y maltratadotes y nos centramos en los valores culturales (y los intereses sociales asociados) que hacen posible la violencia estructural contra la mujer.
No esperes, porque no existen, respuestas fáciles al fenómeno de la violencia contra la mujer. Hay que abordarlo poco a poco y hasta el final, desde una multiplicidad de saberes: Historia, Biología, Lengua, Filosofía, Matemáticas, Arqueología, Política, Antropología, etc., con el objetivo de construir un contexto adecuado para comprenderlo en tanto que fenómeno universal, para reconocer cómo se presenta en nosotros y para intervenir como personas y profesionales de la enseñanza, en su erradicación.
Si decides indagar en él, verás que este programa te ofrece algunas novedades importantes que suponen una modificación esencial con respecto al tratamiento de la violencia estructural contra la mujer:
Primera: Toma como punto de partida la situación real del sistema educativo: curriculos, tutorías, horarios, temporalización, etc.
Y por eso el programa de tutoría no sólo no excede de siete horas, sino que, además, se puede impartir en menos (o en más), dependiendo de las circunstancias específicas del alumnado y del profesorado. En cualquier caso se te ofrecen distintas maneras de abordarlo, acortarlo y/o ampliarlo.
¿De qué sirve proponer un programa de 10 sesiones, pongamos por caso, que, además utiliza vídeos, lo que puede prolongar el programa dos o tres horas más: ir a por la televisión o el ordenador, trasladarlo al aula, hacer las conexiones, que funcionen todo perfectamente, etc., consume mucho tiempo que debe ser tenido en cuenta. Además, si el programa coincide en los días con exámenes, recuperaciones, actividades extraescolares, fiestas, etc., nos puede llevar a añadir en el tiempo otras tres semanas, más o menos, con lo que las diez sesiones se prolongarían como mínimo a 16 semanas, puesto que las tutorías de 4º de la ESO son de una hora semanal.
Si miramos un calendario, entonces nos daríamos cuenta que nos va a coincidir con períodos vacacionales, con lo que, prácticamente, la tutoría de 4º de la ESO sólo podría tratar este tema y poco más.
Segunda: Centra los objetivos en el reconocimiento y la transformación de los valores que producen la violencia doméstica, apuntando, por tanto, al epicentro del fenómeno de la violencia estructural contra la mujer, y se centra en las causas y no en los efectos.
Por esta razón los objetivos y contenidos del programa no deben tener un carácter autobiográfico, o lo que es lo mismo, una concepción de la violencia contra la mujer, como un problema psicológico que afecta a agredidas y agresores, porque eso es, precisamente, la condición necesaria para que sea imposible combatir la violencia doméstica como un fenómeno universal, o generar una comprensión estructural adecuada de los valores que producen violencia y discriminación contra la mujer.
Las habilidades sociales dependen de un contexto de interpretación, en sí mismas carecen de valor: así, por ejemplo, llevarse algo a rastras es la idea de matrimonio para los yanomamos de la selva brasileña. Todos sabemos identificar futuras relaciones violentas, pero de lo que se trata es de prevenir. Modificar modos-de-ser y sentirse (causas) no es lo mismo que modificar conductas (efectos). Recuerden que el aprendizaje y el aprehendizaje no siguen los mismos patrones.
Se nos olvida, además, que las alumnas y los alumnos saben reconocer las actitudes machistas y violentas. Pero siguen generando relaciones complementarias negativas (dominio/sumisión) que subordinan a la mujer, porque desde una perspectiva de valores culturales, el individuo es trascendido por la relación: ser madre, ser esposa, ser padre, ser marido, etc., y por las funciones sociales atribuidas a cada sexo.
De nada sirve, pues, un programa que no incide en el sistema de relaciones, sino que sigue considerando el maltrato desde una perspectiva reduccionista del yo y sus conductas.
¿Significa esto que no se tiene en cuenta la experiencia cotidiana de los alumnos?
Por supuesto que no.
Tercera: La metodología consiste en tomar como punto de partida la experiencia cotidiana de los alumnos para conectarla con el sistema de valores culturales que la hacen posible, de tal modo que los alumnos reconocen esos valores en ellos mismos y en los demás, lo que contribuye de manera decisiva a modificarlos, comprender los impulsos, biológica y socialmente inducidos, que tienen que ver con las relaciones de amor y de familia, y denunciar citaciones de violencia contra la mujer que ocurren a su alrededor.
Si queremos prevenir la violencia doméstica tenemos que actuar sobre las causas, y como éstas tienen que ver con los modos de ser y de sentir las relaciones de género en el interior de una sociedad y de una cultura, entonces tenemos crear estrategias que pasan por la generación de modelos de intervención cultural, que es precisamente otra de las novedades que este programa presenta (la cuarta).
Pero la novedad va más allá, porque lejos de ser un programa dicotómico en el que se sitúa a los alumnos ante una disyuntiva clara: elegir un tipo de relación de género no sexista u otro que perpetúa la estructura de complementariedad negativa entre lo masculino (dominio) y lo femenino (subordinación), esperando que los alumnos elijan la opción primera, asume sin reservas que aunque esta sea la opción asumida racionalmente, emocionalmente se decantan por la segunda.
Como dicen Reyna y Farley (2007) el modelo de decisión dicotómica se fundan en teorías sobre los procesos de decisión denominadas “estructuras de la decisión conductual” o “teoría de actualización razonada” y se basan en el presupuesto de que los adolescentes van a poner en una balanza equitativa riesgos y beneficios y que su comportamiento obedecerá entonces ala decisión racional.
Pero obvian un dato muy importante: los cerebros adolescentes tienden a conceder más peso a los beneficios y menos a los perjuicios, por lo que se dejan arrastrar más por sus emociones que por las razones. No podemos negar que los efectos químicos del enamoramiento son más poderosos que cualquier principio racional que intente advertir sobre las funestas consecuencias biológicas (celos, depresión, etc) y socioculturales que puede arrastrar.(subordinación de la mujer a través de su reducción a los papeles de madre y esposa).
Las zonas del cerebro que más tarde se desarrollan (maduran) son las que están asociadas a las funciones cerebrales que implican actividades como: planificación, razonamiento y control de impulsos (no hasta los primeros años de adultos).
Investigadores EEUU de las Univ. De California en S. Francisco, de la Univ. De Illinois de Chicago, del Instituto Nacional de Salud Menta, establecen la alternativa de ayudar a los adolescentes a que piensen más como los adultos, de manera más intuitiva.
Aunque parezca contrario a Piaget creador de la psicología del desarrollo: los niños son intuitivos y se desarrollan a adultos analíticos, considero que más que una oposición se trataría de un sincretismo, ya que aunque los adultos desarrollen un cerebro analítico, es cierto que por eficacia electiva: como en antropología con los hábitos, no pueden estar continuamente revalorizando y decidiendo, por lo que crean, a través de los valores, sistemas de respuestas inmediatas. Y eso es lo que he pretendido hacer con mi programa.
- No sopesar riesgos y beneficios, sino reducir beneficios y compararlos con otros beneficios de otras alternativas. No tanto qué malas son esas relaciones sino qué tipo de relaciones son mejores.
- Como dice Aristóteles, los jóvenes carecen de experiencia, eso significa que les cuesta entender la idea de “consecuencias dañinas”… Hay que centrarse en las consecuencias, mediante la crítica de los tópicos que favorecen las relaciones de riesgo y ayudar a que ellos alcancen las conclusiones oportunas. Esto hace que estas decisiones se fijen de manera más duradera.
- Sería ideal que el contexto: normas familiares, medios de comunicación, programas de educación, contenidos conceptuales y actividades por parte del alumnado, refuercen este modelo construido por el alumno.
- Asimismo, dado que hay que controlar y revisar su sistema de relaciones y conductas, habría que implicar a los padres.
- Además, hay que ayudarles a que se comprometan consigo mismos a través de la lucha contra la violencia sobre la mujer.
Quinta: Tiene en cuenta la realidad del profesorado, sus intereses, motivaciones y formación.
Por eso, está diseñado para que pueda ser impartido por monitores externos o por el propio profesorado que ejerce la tutoría.
Como las tutorías pueden recaer en cualquiera y la formación es muy variada, el manual del profesor ofrece una amplia información que cubre muchas disciplinas distintas conformando un entramado contextual que explica diacrónica y sincrónicamente, las causas biológicas, sociales y culturales que subyacen a la violencia estructural contra la mujer.
Si te fijas en el índice, se te ofrece una amplísima base de información en áreas que tú no dominas o dominas menos, en relación con todas las demás áreas, por lo que te facilitará mucho la labor de comprender y desarrollar el programa de tutoría desde tu propia área de conocimiento.

sábado, 3 de abril de 2010

Todo sigue igual

El otro día (24/03/2010) estuve escuchando en el telediario las conclusiones de un informe que habían hecho el Ministerio de Igualdad y el de Interior acerca de la lucha contra las redes de prostitución: precisamente, en estos momentos me encuentro inmerso en una investigación sobre la prostitución y la violencia contra la mujer. Me quedó un regusto amargo y no por la noticia en sí, sino porque desde hace algún tiempo espero tener noticias del Ministerio de Igualdad referidas al sistema educativo.
No puedo por menos que seguir sorprendiéndome de la falta de recursos, voluntad, conocimientos, o lo que sea, tanto de las personas que toman decisiones como de las que asesoran.
¿Qué queréis que os diga? Cada día que pasa me queda una sensación más profunda de oportunidad perdida.
Que se esté violando sistemáticamente la “Ley Integral” que obliga a tomar medidas estructurales contra la violencia de género en el sistema educativo, ya no me extraña. Que siga habiendo un desconocimiento tremendo acerca de los problemas que sufre “la mujer” en el mundo, en general, y en esta sociedad, en particular, tampoco me extraña. Que por ignorancia, dejadez, intereses, etc., se permita que se atente continuamente contra la dignidad de la mujer por parte de curas-oscuros-de-manos-largas; beatos-ignorantes-de-moral-tiránica; políticos-idólatras-de- neuronas-fáciles, etc., me lo puedo esperar. Pero que en pleno 2010 no se haya tomado la determinación de actuar sobre el sistema educativo como parte de una estrategia esencial contra la violencia de género… eso sigo sin entenderlo.
Pero vamos a ver, es barato, les puede proporcionar mucha publicidad favorable y puede hacer un bien enorme. ¿Qué más quieren?
Sí, ya sé que me van a decir que el Ministerio de Igualdad ha puesto en marcha los premios Irene, que el Instituto de la Mujer de la Región de Murcia ha contratado (no se sabe por cuánto) el programa de la “Máscara del amor”, y no digo yo que no sean buenas acciones: a falta de pan…, pero lo cierto es que estas medidas no son suficientes y, además, tienen un efecto más publicitario que educativo. Es como si nuestras autoridades competentes agotasen todos su recursos económicos e intelectuales en campañas publicitarias, como la reciente de la "tarjeta roja". Un simple comentgario a colación: esta campaña, como tantas otras, me parecen de una inmoralidad absoluta. Lo siento, pero es así. Estamos hablando de un fenómeno muy grave, que no remite, que se asienta en un sistema de valores intocable que, además se radicaliza en determinadas posiciones y, sin embargo, seguimos tratándolo publicitariamente, como si de la venta de un produto se tratara, un p`roducto que ni tan siquiera tiene demanda, porque nuestras autoridades ¿competenes? no han sabido crear dicha demanda. Pero lo peor de todo es que dentro de una generación seguiremos así.
Soy consciente de que con estas palabras no gano adeptos, pero les aseguro a las autoridades competentes que a la hora de intervenir en educación, y si se quiere ser efectivo, se debe desarrollar una estrategia que se expanda por toda la estructura del propi sistema.
Los pasos son muy claros:
1. Contar con un programa integral de intervención que abarque todas las dimensiones cotidianas del quehacer educativo: tutorías, actividades extraescolares, contenidos de las asignaturas, y que tenga en cuenta la realidad de los IES.
2. Que el tema de la igualdad entre los “géneros”, la autonomía de la mujer y la violencia doméstica, no sea tratado transversalmente, sino nuclearmente.
3. Que se cuente con un programa de formación para el profesorado, ya que es muy importante que SEPAMOS de qué se está hablando.
Pongamos algunos ejemplos extraídos de los cursos que doy a profesores, policías, alumnos universitarios (Máster de Género)…
a) La inmensa mayoría piensan que la Ley Integral es injusta, aunque no saben nada de esa ley.
b) La inmensa mayoría consideran que la mujer se aprovecha de esa Ley, "tributaria del feminismo radical", para “machacar” al hombre: denuncias falsas, beneficios en la separación, venganzas personales…
c) La inmensa mayoría tienen un desconocimiento absoluto de qué es la violencia contra la mujer desde una perspectiva cultural y social.
d) La inmensa mayoría mantienen unos sistemas de valores de dominación y subordinación de lo femenino frente a lo masculino y no son conscientes de ello.
Y esto ocurre tanto en mujeres como en hombres, tanto en jóvenes como en no tan jóvenes.
e) La inmensa mayoría está a favor de la "igualdad" entre mujeres y hombres, pero siguen manteniendo los valores tradicionales asociados a las relaciones entre la masculinidad y la femenidad, que subordinan a la mujer con respectio al hombre.
d) Etc.
4. Introducir estos programas en los centros educativos con personal externo e interno.
No se debe dejar el desarrollo de este programa exclusivamente al arbitrio del profesorado de los centros. No se nos puede olvidar que un centro educativo no es una "sociedad" ideal, sino un reflejo de la sociedad real y no nos debe sorprender que en la mayoría de ellos ni tan siquiera se vea la violencia contra la mujer como un problema social, y mucho menos cultural.
5. Introducir todas estas estrategias, contenidos, etc. en la formación del futuro profesorado a través del máster correspondiente.
Pero, pro favor, hay que asegurarse de que esto lo lleve a cabo personal auténticamente cualificado, que lo hay, pero por desgracia también abunda lo contrario: los que aprovechan la coyuntura para conseguir beneficios académicos, económicos, etc., y, por desgracia, son los que más salen en la foto.

Seguimos en el mismo sitio y parece ser que por mucho tiempo.
Un saludo.

domingo, 10 de enero de 2010

La mujer: custodia y subordinación

Ya dije en su momento (entrada de mayo de 2009), que no iba a hacer ningún juicio de valor acerca del aborto y hoy, tampoco lo voy a hacer. Dos son las razones personales que fundamentan esta decisión:
La primera tiene que ver con el hecho de que soy un hombre, o lo que es lo mismo, que estoy situado en el lado cómodo de la opinión, aquel en el que se puede hablar sin sufrir ninguna de las consecuencias derivadas de nuestras decisiones.
La segunda razón, relacionada con la primera, tiene que ver con el hecho de que tengo un profundo respeto por todas aquellas personas que tienen que decidir desde su propia existencia y destino, y este respeto esencial me lleva, a su vez, a un profundo respeto hacia las propias opciones que toma esa persona.
En consecuencia, y a pesar de los ladridos misóginos y descerebrados de arzobispos, imanes, y demás fauna del bestiario humano, tampoco hoy voy a dar mi opinión acerca del aborto, no soy nadie para darla, e insisto en que sólo se la daría a una amiga, a título personal, y si me lo pidiese.
Pero a estas alturas de la historia de la humanidad (S. XXI), me pregunto por qué somos tan ruines, ignorantes, injustos y peligrosos para las mujeres: todo discurso acerca del aborto oculta un dominio sobre la mujer y una negación de la misma como sujeto ético y político autónomo.
¿Por qué nadie habla de qué significa la maternidad y la paternidad desde una perspectiva social y cultural? ¿Por qué nadie dice nada acerca de cómo afecta la maternidad y la paternidad a la mujer y al hombre, en lo que se refiere a su vida cotidiana como persona?
Todos sabemos que no es lo mismo ser madre que ser padre, que al seguir siendo el hombre el sujeto social y cultural dominante, todo lo que se le pide es una paternidad pública responsable: amor, reconocimiento, sustento. ¡Y nada más!
Mientras, la mujer continua siendo un sujeto social y cultural subordinado a la maternidad y desde esta perspectiva queda subordinada a su propia función biológica. Lo que se le exige es: amor, comprensión, sustento y renuncia. ¡Nada más y nada menos!
Por decirlo de una manera muy simple: tenemos todo un sistema de creencias (religiosas y/o laicas) que reducen a la mujer a un papel de madre y esposa, por lo que entonces es “normal” que pase inadvertido el hecho de que cuando una mujer se case o tenga un hijo, deba abandonar su trabajo (completa o parcialmente), para dedicarse a su familia (eso es lo que espera la sociedad de ellas), o deba dedicarse al cuidado de mayores dependientes (incluyendo a sus propias parejas).
A modo de recordatorio:
Para el 64,6% de los españoles es ideal que en una familia los dos cónyuges trabajen fuera de casa, mientras que el ¡33,4%! considera que la mujer debe estar siempre en casa o, al menos, menos horas fuera de casa que el marido, pues debe ocuparse de las labores del hogar.
Pero, y a pesar de ese 64, 6% que afirma que es ideal que la mujer trabaje fuera de casa, ¡más del 80%! de la población española considera que la función propia de la mujer es “ser madre”.
Así nos encontramos con que a pesar de lo avanzados que creemos ser, la realidad es que:
- El 72% de las mujeres trabajadoras tienen jornada parcial para poder dedicarse al cuidado de menores y mayores dependientes.
- El porcentaje de mujeres que abandonan el mercado de trabajo aduciendo motivos familiares supera por muchísimo al de los hombres: más del 95% para ella, menos de 5% para ellos.
- El 22% de las mujeres empresarias afirman que su pareja es el mayor lastre para su labor profesional.
Y así podríamos seguir analizando todas las sociedades a lo largo y ancho de este mundo para ver que la situación de la mujer es bastante vulnerable en comparación con la de los hombres: economía (sueldos, dobles jornadas de trabajo), familia, violencia (violaciones, violencia conyugal, acoso,…) doble moral, política (distribución del poder), religiones, etc., etc.,… distintos espacios en los que la mujer SIEMPRE SALE PERDIENDO con respecto al hombre.
Además, con unos valores de dominación masculina y una sociedad de subordinación femenina, es “normal” que algunos hombres (demasiados, por desgracia) se crean amos y señores de las mujeres con las que mantienen relaciones, con lo que las agresiones: físicas, psicológicas, sexuales y económicas estarían justificadas para ellos.
Y si no que se lo digan al arzobispo de Granada cuando legitima la violencia contra las mujeres que hayan abortado. Para quien no lo sepa este individuo afirmó públicamente que cuando una mujer aborta le está dando licencia absoluta al hombre para que abuse de su cuerpo.¡Y nadie lo acusa, juzga y encarcela! ¿Dónde está el Ministerio de Igualdad?
A ver si empezamos a asumir que estamos en un mundo en el que la mujer debe ser protegida a toda costa y que dicha protección no consiste en custodiarla, velarla y subordinarla, sino en reconocer y respetar sus opciones y decisiones como sujetos éticos y políticos autónomos.
Debemos crear una realidad en la que esto sea posible, en el que cada mujer pueda decidir por sí misma y desde sí misma, qué es lo que quiere ser.