viernes, 6 de marzo de 2009

¿Cómo es posible que se hable tanto de la violencia contra la mujer y se diga tan poco?

Conferencias, mesas redondas, foros, artículos de opinión, entrevistas,… Hoy día asistimos a innumerables actos en los que el tema principal es el fenómeno de la violencia contra la mujer. Lo sé, yo participo en muchos de ellos: solo y acompañado, que suele ser la fórmula escogida.
Se consumen largos ríos de tinta, saliva, esfuerzos y buenas voluntades pero: ¿Qué es lo que se dice? ¿Qué es lo que se trata? ¿Qué es lo que se soluciona?
Bastante menos de lo que es posible, porque seguimos manteniendo una concepción limitada, fragmentaria e imprecisa de lo que es la violencia contra la mujer, que consiste en:
- Reducir el fenómeno a su dimensión biográfica, o lo que es lo mismo, creer que la violencia doméstica es un fenómeno que sólo afecta a algunas mujeres y hombres.
- Confundir la causa con el efecto, o lo que es lo mismo, creer que la violencia doméstica se combate persiguiendo y castigando a los maltratadotes y protegiendo a las víctimas, sin tener en cuenta para nada la creación de programas integrales de prevención.
Además, estos errores nos llevan a pensar que para combatir la violencia contra la mujer, basta con una intervención psicológica y judicial, una forma bastante simplista de abordar el fenómeno de la violencia doméstica en el mundo.
Basta analizar los tres años de aplicación de la Ley Integral para darnos cuenta de que tan sólo se desarrollan aquellos aspectos que se refieren a la necesaria protección y tratamiento de las víctimas de malos tratos, y a la persecución y castigo de los maltratadores. Pero esta Ley es mucho más amplia y asume la necesidad de que nos centremos en la tarea de la prevención de ese tipo de violencia: intentar que no suceda. Y en este último sentido no estamos avanzando nada.
¿Dónde radica el problema?
1. Por un lado en la opinión pública que ni conoce ni quiere conocer, la verdadera situación de la mujer, ni en el mundo en general, ni en España en particular: salarios más bajos, dobles jornadas laborales, violencia sexual, violencia religiosa, exigencias depresivas, feminicidios, etc. y, sin embargo, habla, discute y juzga sin tener en cuenta ningún tipo de datos ni estadísticas, salvo las noticias que salen en los medios de comunicación, que sólo suelen hacer referencia a los asesinatos de mujeres a manos de sus cónyuges, ex-cónyuges, novios, ex -novios, etc. (Puro espectáculo)
2. Por otro lado, las autoridades (in)competentes no parece que conozcan ni quieran conocer, dicha situación. Puedo asegurarles que todos los datos reales que analizan la situación de la mujer en el mundo, en todas sus dimensiones, ni aparecen en sus informes, ni en sus estrategias, ni en sus programas, Pero, más grave, si cabe, es que este tipo de información tampoco aparece en las denuncias, análisis y/o programas de asociaciones como Amnistía Internacional o el Observatorio Contra la Violencia de Género…, de los que no cabe pensar que, como en el caso de los políticos, tengan algún tipo de interés partidista, por lo que es una cuestión tan sólo de ignorancia.
Por esta razón, seguimos haciendo actos cuyo tema es el de la violencia doméstica, seguimos gastando saliva y tinta, y seguimos sin decir nada, porque somos incapaces de saltar el círculo de la violencia física contra las mujeres y asumir que este tipo de fenómenos son un efecto de un fenómeno aún mayor: la falta de autonomía de la mujer, que hace posible un mundo en el que ella es pensada y sentida a través de un sistema de valores de dependencia y subordinación con respecto al hombre.
Y como se trata de valores, sólo se pueden corregir a través de programas integrales de intervención que impliquen a todas las instituciones, desde la familia (la primera y principal) hasta el sistema educativo, pasando por la economía, la religión y los medios de comunicación, y cuyo objetivo sea configurar nuestro sistema de valores de tal modo que la mujer sea considerada como sujeto político con plena autonomía.
Si seguimos ignorando qué ocurre en la realidad, si continuamos considerando que la violencia contra la mujer se reduce, simplemente, a la mala suerte que pueden tener algunas por relacionarse con un… ¿qué nombre le podemos poner sin ofender a los animales: una mala bestia? Si no aceptamos que el maltrato físico es la punta del iceberg y que tras él se esconde todo un sistema que somete y subordina a las mujeres, entonces toda conducta de maltrato quedará reducida a la vida trágica de algunas mujeres y se repetirá diariamente en la sociedad; en cualquier familia, en cualquier trabajo en cualquier aula, en cualquier tiempo y en cualquier lugar…
¿Queremos ser víctimas o cómplices de esta situación o preferimos empezar a hacer algo para cambiarla?
Empecemos, pues, a asumir nuestras RESPONSABILIDADES POLÍTICAS, y exigir a los demás que también las cumplan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuánta demagogia. ¿Todos los hombres deben vivir con sentido de la culpabilidad y todas las mujeres deben sentirse víctimas de la sociedad?

¿A qué se refiere con "sistema que somete y subordina a las mujeres"? ¿En la civilización occidental dónde ocurre eso? ¿O se refiere a la doble implicación laboral-familiar de muchas mujeres? ¿No son libres? ¿No se puede entender que sea su libre elección?

Al menos podría indicar que la inferioridad de salarios de mujeres no se refiere a igual puesto de trabajo. Demagogo.

Un saludo, José Antonio.