domingo, 15 de junio de 2008

A propósito de "miembras" y programas educativos

Una caso verídico:
“Hace unos meses, una alumna de bachillerato se echaba a llorar porque no podía aprobar el curso (nunca antes había suspendido). Al terminar la clase, me reuní con ella para conocer cuál era el problema, y entre sollozos me dijo que no podía estudiar porque sólo quería estar con su novio. Que cuando no estaban juntos, lo echaba de menos y sólo podía pensar en él…” Imagínense el resto.
Demasiada endorfina operando en el organismo, demasiada dopamina circulando por el riego sanguíneo, demasiados modelos mitológicos colgando del deseo, demasiados intereses lastrando nuestras conductas…
En pleno S XXI qué poco sabemos de nosotros como individuos y como comunidad. Y mientras el estado de la cuestión continúa así, en el mismo punto que hace milenios, nos ponemos a discutir cuestiones baldías acerca de “miembras” y miembros.
¿Se han preguntado alguna vez por qué las personas que disimulan con el lenguaje comienzan siempre con el término masculino? ¿No deberíamos, además, centrarnos en los porcentajes? Lo justo sería que a cada sexo le correspondería un 50% de inicio en toda enumeración genérica.
Seamos serios, por favor.
Les puedo asegurar que a mi alumna poco le importaba si ella era “miembra” o si su novio era miembro… Simplemente estaba dispuesta a dejar de ser sí-misma, por ser para-él. Y por desgracia esta situación es bastante cotidiana entre nosotros: en colegios, institutos, universidades, mercados, gimnasios… En definitiva, a ras de suelo y no a vuelo de Real Academia.
Ya dije en un artículo anterior que le daba un voto de confianza al nuevo Ministerio, y quiero mantenerlo, aunque debo decirle a la ministra (con toda humildad), que el problema de la violencia doméstica (que no es simplemente el de las agresiones conyugales, sino el del dominio de los valores masculinos) es ESTRUCTURAL y, por lo tanto, necesita de medidas del mismo nivel que ayuden a solucionarlo, o al menos paliarlo.
Por mucho que usted lo desee, lo cual le honra, no va a poder solucionar los problemas de ser mujer en el mundo de un día para otro: es una cuestión de generaciones, pero lo que no debe hacer es desviarlo a cuestiones marginales.
Si es necesario cambie de asesores, pero no convierta el problema de la igualdad en un circo, porque en estas pistas las atracciones son siempre fatales. Hay que tener paciencia y saber muy bien qué se quiere hacer y por qué.
Y valgan, de paso, estas mismas palabras para la Directora del Instituto de la Mujer de la Región de Murcia, a propósito del Programa Educativo para la prevención de la violencia de pareja.
¿Cree de verdad que se puede entrenar a chicas y chicos en habilidades que les permitan identificar futuras relaciones violentas? ¿Cree sinceramente que los chicos y las chicas no saben identificarlos (por sí mismas y sí mismos)? ¿Cree que modificar modos-de-ser y sentirse es lo mismo que modificar conductas? ¿Cree que el aprendizaje y el aprehendizaje siguen los mismos patrones? ¿De verdad cree que es tan sencillo?
Llevo varios años trabajando con alumnas (¿o tocaba –os? Vaya no lo recuerdo), incluso con la chica cuyo ejemplo he puesto al principio. Varios años (investigando) en los que han leído historias, visto documentales, películas, power-point. Han discutido, peleado, contestado, argumentado, etc. Y después de muchos años de investigación estoy en condiciones de poder afirmar que, por desgracia, la cuestión no se puede reducir a un “taller de literatura”.
Este programa que ustedes presentan es puro artificio: 12 sesiones para ¿combatir el maltrato?; para que los alumnos generen ¿autoconceptos?; para que conozcan ¿los valores de uno mismo? y su cuerpo con ¿las intuiciones?; para que las chicas ¿sepan no implicarse?
Quizás sirva para justificar algún tipo de gestión política, pero lo que evidencia es que no tienen ni idea de lo que están hablando.
Como ya le informé a usted (¿Recuerda que le propuse un programa de intervención a gran escala y dijo que ya me llamaría? Todavía estoy esperando), intervenir en Educación, si se quiere hacer con seriedad y rigor, sólo es posible a través de programas de aplicación estructural, que exigen la transformación de los currículos concretos de las asignaturas, para que la cuestión de la violencia doméstica y de la situación de la mujer en la sociedad tenga una autonomía propia y no sea un asunto de transversalidad ni de talleres colaterales. Asimismo, se necesitan modelos de intervención para tratar la cuestión en las tutorías de la ESO y a través de las APAS.
Precisamente todo lo que le propuse hacer sin obtener respuesta por su parte.
Les guste o no, y esto va para las dos, la lucha por la igualdad no pasa por publicitarse a sí mismas, sino por desarticular y combatir las estructuras complementarias (dominio/sumisión), sobre las que se configuran nuestros modos de sentirnos y pensarnos en el interior de las relaciones domésticas (familiares).
Es así de largo y así de complicado. Una ardua tarea en la que se deben implicar todas las instituciones en una labor conjunta y constante.
Si están por la labor, colaboren, organicen, dirijan…Si no, no estorben por favor.

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