sábado, 29 de diciembre de 2007

Las víctimas como "precio asumible" por la estabilidad

Hola Wotan,
Gracias por escribir, pues últimamente estaba este blog algo parado.
Con respecto a tu intervención quiero contestarte a las tres afirmaciones que contiene:
1. No creo que debamos pensar que el problema de la violencia se trivializa en la sociedad. Más bien crreo que no se alcanza a ver sus profundas implicaciones, o no interesa política y económicamente hablando: NO SE TE OLVIDE QUE LA MUJER ES UNA COMPETIDORA PARA EL HOMBRE EN EL MERCADO LABORAL, POLÍTICO Y ECONÓMICO.
2. No es fundamentalmente una cuestión moral, como tampoco lo es psicológica y sociológica, sino que alcanza a todas las instituciones y dimensiones humanas y, además, se enreda en los aspectos más estructurales de nuestra naturaleza cultural:EL HECHO DE SER PRIMATES INFLUYE EN NUESTROS MODOS DE RELACIONES, ASÍ COMO EL HECHO DE SER ANIMALES ¨COMUNITARIOS.
3. Las organizaciones evangelizadoras (la iglesia católica, y todas las demás confesiones)están haciendo un flaco favor a la solución de este problema. Pero bueno, esto es de esperar ya que los sistemas religiosos son muy reaccionarios y esta expresión no hay que entenderla como un juicio de valor, sino que debe ser vista como una constatación de un fenómeno sistémico: LA CULTURA DEBE PROPORCIONAR LOS MECANISMOS REACTIVOS PARA QUE LA ESTRUCTURA SOCIAL SEA "ESTABLE" (EVIDENTEMENTE ES IMPORTANTE DEFINIR LA "ESTABILIDAD").
4. Mi propuesta siempre ha sido muy sencilla: la estabilidad se puede definir de otra manera, si nos organizamos de otro modo, atendiendo a otros intereses...
A lo largo de ete blog, de todas las entradas, doy una explicación para que eto pueda ser, más o menos, entendido. Y en el libro que acabo de publicar: La soledad de Mae. Una investigación antropológica sobre la violencia doméstica, , Editorial Fundamentos, está toda la explicación de una manera correcta y completa (al menos eso espero). Aunque también os digo que este es un libro maldito.
En resumen podríamos deciar que existen demasiados prejuicios y perjuicios que hacen que el problema de la violencia doméstica sea abordado desde los individuos y no desde los modos de relación de esos individuos. Pero no nos engañemos, también es una cuestión de intereses económicos y políticos: ¿A qué estamos dispuestos a renunciar para intentar solucionar el problema de violencia doméstica?
Vayamos al CIS y observemos un dato muy esclarecedor, más del 81% de los españoles seguimos considerando a la familia como lo más importante de nuestras vidas, sólo superado por la salud (86%). Y la familia no es un problema, sino una “bendición”; no es lugar de conflicto, sino de reposo; no es un espacio de hostilidad, sino de cariño…
¡Ni más de 70 muertas al año nos hacen reaccionar!
Seguimos considerando la familia como el lugar propio donde las personas nos adecuamos a lo que somos como animales y como humanos, como individuos y como ciudadanos. Es importante, esencial, originaria, fundacional y es evidente, que en ella no se puede encontrar ninguna relación con el maltrato. Porque claro, aquellas familias en las que se produce maltrato no son auténticas familias, están desestructuradas, sea lo que sea lo que esto signifique.
Pues bien, aproximarse a la familia, y más con “malas intenciones”, no es una cuestión sencilla, por tres razones fundamentales que tienen que ver con la comunidad:
1. Porque estamos hablando de un tipo muy complejo de interacción que conecta a los individuos con la comunidad a la que pertenece. En este sentido, la familia (contexto intersubjetivo), es el espacio en el que se conforman los modos de pensar y sentir emocionalmente la realidad de los individuos (que son sujetos), pero su finalidad no se agota en sí misma sino en la comunidad.
2. Porque todavía sigue siendo sacrosanta para los individuos y para las instituciones, ya que es la primera barrera conservadora que tiene la comunidad para frenar el dinamismo creador o destructivo de los individuos (subjetividad), que puede ser desarrollo pero también, desorganización, caos, etc.
3. Porque siendo un espacio emocional compuesto por “los que importan”, los mecanismos de control de las interacciones (resolución de cualquier conflicto, regulación de las tareas paternas y maternas, etc.), se llevan a cabo en el ámbito de la privacidad y del desinterés (económico, político, etc.), con lo que la comunidad se ahorra muchísimos conflictos y muchísimos mecanismos institucionales para solucionarlos.
En definitiva, se ahorra muchísimo dinero. Una bofetada de un profesor, pongamos por caso, a un niño en una escuela puede terminar requiriendo la presencia (existencia) de policía, abogados, jueces, etc., y, sin embargo, dicho acto se transforma en un castigo pedagógico si se produce en el ámbito familiar.
También podríamos referirnos al cuidado de los ancianos. ¿Pueden ustedes imaginar los gastos que las mujeres ahorran al Estado cuando se ocupan del cuidado de sus familiares mayores e incapacitados?
Complejidad, autoconservación y economía tres razones lo suficientemente poderosas para que debamos seguir hablando de la familia como una esfera privada de los individuos en la que nadie debe irrumpir. Así sus problemas, que son específicos y peculiares, comienzan y acaban entre los límites del hogar y, como hay amor, cariño, etc., la solución es una cuestión de mejorar la comunicación.
Pero bajemos de los cielos y pisemos donde los ángeles no se atreven a pisar . Es mi mundo y el suyo: un mundo de razones con pasiones y pasiones con razones, en el que las mujeres cotidianas se enfrentan diariamente a un sistema de relaciones domésticas en el que lo deseado y lo esperado configuran los dos polos entre los que se desenvuelve su existencia.
Nadie niega que haya problemas, incluso que éstos sean graves: así lo reconocen más del 77% de las mujeres a las que he investigado . ¿Qué se puede esperar de una relación amorosa-familiar?... Los sinsabores, los altercados, las discusiones, los enfrentamientos, el dolor,…aunque no deseables, son esperables en una relación. Pero no vayan a pensar que esta forma de pisar el mundo, tan real y pragmática, señala a mujeres experimentadas en los avatares de la existencia cotidiana, puesto que el 78,26% de las menores de 21 años reconocen este punto de vista como propio.
¿Y quién negaría esto?
Ya oigo voces encontradas de ángeles malintencionados y demonios ingenuos (¿o era al revés?):
Las relaciones de pareja también son de amor, comprensión, compañía, sexualidad (esto sólo lo dicen los demonios, evidentemente), etc.
¿Y quién negaría esto?
Pero…no, no sigamos por este camino, por ahora. Continúen conmigo los bienaventurados y los malintencionados; los realistas y los idealistas; los racionalistas y los sensacion(al)istas… Sean lo que sean y por qué lo sean. Ocupemos el terreno prohibido y veamos qué podemos descubrir.
Para comenzar, una pregunta: ¿Qué ocurre con el 33% restante? Simplemente, que niegan cualquier tipo de calificación negativa en lo que se refiere a las relaciones domésticas. Sí, hay momentos malos, pero estos son los que hacen crecer y fortalecer la relación. Es un tanto por ciento bastante elevado de llamémoslo: ingenuidad emocional.
A continuación, observemos a ese 94,2% de mujeres, ¡incluidas las víctimas de maltrato!, que afirman pragmáticamente que la comunicación es la solución a los problemas de las parejas. Llegando a admitir que uno de los factores de la violencia doméstica es la falta de comunicación en la pareja, que posibilita que los problemas se vayan acumulando y terminen por detonar en una situación de maltrato. Seamos osados y llamemos también a este fenómeno: ingenuidad emocional.
Y para terminar, sólo al 5,8% se les ocurre afirmar que “las historias se acaban” y que cada cuál debe tomar su propio camino.
¿Qué vicios y virtudes se ocultan tras estos modos de pensar y sentir las relaciones entre hombres y mujeres?
Una simple y compleja respuesta: la disolución de la cuestión femenina.
¿A qué me refiero? Muy simple: seguimos pensando que la violencia doméstica es una situación que tiene que ver únicamente con individuos o con sociedades denominadas machistas, y no nos damos cuenta que la cuestión femenina es, ha sido y será una cuestión de Estado: de economía, de relaciones sociales, de natalidad, de organización, de instituciones, etc., y eso es algo a lo que no queremos, ¿sabemos? enfrentarnos.
Por esta razón, construimos un sistema de valores a través del cual nos representamos un universo doméstico sustentado por tres grandes pilares:
1. La creencia de que las relaciones de pareja son propias del ámbito privado y, por tanto, alejadas de lo público. En este sentido, la familia es interpretada como una especie de limbo-paraíso, donde los individuos se transforman en un cuerpo completo e independiente, ajeno a los avatares de la existencia cotidiana y al derecho político. Como mucho entraríamos en el terreno de la moralidad.
2. La creencia de que la relación entre hombres y mujeres es, cuanto menos, emocionalmente atemporal y necesaria: hasta que la muerte nos separe, y si la relación no va bien: ¡es una cuestión de diálogo!, de compromiso, de comprensión con respecto a la relación y, si fuera necesario, de sacrificio unidireccional (en la inmensa mayoría de las ocasiones).
3. La creencia de que la violencia doméstica es un problema (y por tanto puede desaparecer y…, aquí paz y después gloria); que surge de la falta de comunicación entre los miembros de la pareja. Claro, que como es él que acaba con ella, y es ella la responsable última de la esfera doméstica, pues ya se sabe: su amor siempre está comunicando.
¿Cómo superar este estado de la cuestión?
Introduciéndonos en los arrabales de la cultura y de la naturaleza, donde los ángeles no quieren pisar y el abismo tiene nombre de mujer. El lugar propio en el que se elimina la capacidad de supervivencia autónoma de la mujer y ésta se convierte en víctima objetiva a través de un sentimiento luctuoso de lo inevitable:
“Mi madre siempre me decía: “Por tus hijos, tú aguanta por tus hijos”.
Yo no aguantaba por mis hijos. Yo aguantaba por la esperanza de que cambiara, porque yo, en el fondo, lo quería” (Palabras de una mujer víctima de malos tratos).

1 comentario:

Juan Paulus dijo...

Gracias por su respuesta.

Mi reflexión acerca de su exposición es ésta:

-Aunque este problema no se trate con la profundidad deseada no podemos olvidar que ha habido un gran avance satisfactorio en su discurso sobre todo con la llegada del régimen democrático: se garantizan los derechos y libertades fundamentales inherentes a la persona, el ciudadano dispone de unos medios judiciales más o menos eficientes, de un entramado legislativo más o menos proteccionista etc.

-Tal como dice es un problema que afecta a grandes intereses económicos y políticos, ¿pero qué no lo es? La sociedad merece tanto a sus líderes como a sus marginados. Las relaciones domésticas dependen y se modifican constantemente sobre este aspecto.

-La familia es el núcleo de toda comunidad social, pero en la vertiente actual observo una creciente desnaturalización de valores "morales" que apoyan a un concepto de familia artificial y desestructurada, como por ejemplo la existencia de diferentes centros familiares, algo que veo muy peligroso a largo tiempo junto a la incertidumbre del futuro económico para la estabilidad emocional de las familias ¿qué opinión tiene precisamente de ésto?


Saludos / Grüsse