El maltratador como mediador de la cultura
Ante todo, pediros disculpas por este prolongado silencio que ha durado un mes.
En mi descargo diré que he estado y esto muy ocupado. Como ya os comenté, estoy desarrollando una experiencia piloto con alumnos, en el instituto donde trabajo: La tutoría como instrumento para conocer los valores que determinan la violencia doméstica y para corregir conductas de agresión y/o de victimización en el alumnado. Además, he estado escribiendo la primera parte de un cómic acerca de la Historia de la mujer desde el paleolítico hasta la actualidad. A lo que hay que añadir la última corrección del manuscrito que, al fin (eso parece), van a publicar y todo esto mezclado con las clases que tengo que dar todos los días (que para eso me pagáis).
Una vez dicho esto, deciros también que en este blog puede participar quien quiera sin esperar a que yo tenga que escribir nada. Simplemente me lo mandáis y yo lo publico, de tal manera que el blog pueda transformarse en lo que yo deseaba desde un principio: un foro de discusión y de propuestas acerca de la condición de la mujer en el mundo y de estrategias para modificar dicha situación. También podéis contar experiencias sobre violencia doméstica propias y/o ajenas, etc.
Además de esta disculpa y de esta llamada de atención quiero escribiros por dos cuestiones, principalmente:
1. Quiero proponeros que os unáis a la Red de Acción Urgente de Mujeres de Amnistía Internacional (www.es.amnesty.org/nomasviolencia/actua_rau.php). Es un sistema de ayuda a través de Internet, en el que podéis proporcionar ayuda a mujeres de todo el mundo.
2. Porque tengo pendiente un comentario acerca de los maltratadores en el contexto de mi investigación.
Suele ser muy corriente escuchar y/o leer que el maltratador es, en cierta medida, una víctima. De hecho, hace pocos días, hablando con un amigo mío al que le tengo gran estima intelectual, me comentó que él sólo había vivido un caso de violencia doméstica (alguien de su familia, creo recordar) y dijo que si yo hubiese conocido al maltratador, me hubiera dado cuenta de que éste era un desgraciado moral e intelectual y que jamás sería realmente consciente de que era un maltrataba a su esposa.
Esto sería algo así como que el maltratador era una víctima de la sociedad en la que vivía.
No me sorprendió lo más mínimo, porque este tipo de opiniones suele estar muy extendida. Aun más, diría yo, es la más extendida entre los comunes y los expertos.
En efecto, ya sean maltratadores impulsivos (inestables e irascibles); instrumentales (drogadicción y antisociales) o sobrecontrolados (dependientes y obsesivos) (De Corral, P., “El agresor doméstico” en Sanmartín, J., El laberinto de la violencia, pp.240 ss., Ariel, Barcelona, 2004), hay una serie de características: baja autoestima, celos patológicos, trastornos de personalidad, falta de control sobre la ira, dificultad en la expresión de las emociones, alcoholismo, … que parecen exonerarlo de parte o toda responsabilidad. Pero se nos olvida que, aunque esto sea así, hay dos rasgos que lo definen: primero, que considera a la mujer como un ser subordinado al hombre, y por tanto le debe obediencia y, segundo, que el ámbito doméstico es el espacio de manifestación de su poder, por lo que debe controlar a la mujer.
De esta manera vemos como el agresor presenta las características propias del dominio y, por ende, exige la sumisión de una manera plena y consciente.
Ahora bien, podría objetarse que al formar parte de ese mecanismo cultural de la complementariedad, en el fondo es un mediador de la cultura y, por tanto, su responsabilidad vendría delimitada por esa instrumentalidad.
En efecto, así es, pero no en el caso del individuo maltratador, sino en el caso del ethos masculino.
No creo que los maltratadores deban ser pensados como instrumentos de la cultura. Si esto fuera así, se despojaría a los individuos de toda responsabilidad.
La cultura es contexto y en ella se dan todo un sistema de valores cognitivos y emocionales que conforman a los individuos, pero al fin y al cabo quien los desarrolla es el propio individuo desde su responsabilidad y libertad.
Cuando un maltratador maltrata, lo hace con plena responsabilidad y conocimiento del daño que está haciendo. Y sí puede evitarlo, lo que pasa es que es mucho más fácil y rentable no hacerlo. El abuso de poder premeditado y determinado por un fin (el dominio absoluto) es manifiesto en toda relación de violencia doméstica.
Se suele decir que en toda situación de violencia doméstica hay un estado emocional de ira. Junto a la ira aparecen el alcohol, los celos, el estrés, etc. No voy a discutir la presencia de estos elementos, pero aunque actúen como precipitantes de episodios de violencia física, no son la causa del maltrato doméstico por parte del agresor. Volvemos de nuevo a centrar la violencia doméstica en la violencia física.
La causa es el ejercicio premeditado y controlado del dominio sobre la otra persona, por eso el maltratador persigue en todo momento el aislamiento de la víctima, ya que así es más fácil. Y miente y manipula la voluntad de la víctima en cuanto percibe que ésta puede romper la relación. Abusa con plena conciencia de los sentimientos de su víctima con el objetivo de poder continuar su dominio.
Fijaos en la secuencia que describe la víctima de malos tratos (Ver blog: lunes 5 de febrero)
1. Le pega la primera paliza porque no le había pedido permiso para salir con sus amigas. (Aislamiento) ¿Alcohol?, ¿estrés?, ¿ira? DOMINIO
2. Excusa: el es un enfermo mental: No se le puede llevar la contraria. ¡Tócate las narices! (Que poco profesional por mi parte. Pido disculpas). A nadie le gusta que le lleven la contraria, y no vamos pegando por ahí a nadie. Además no tenía conductas violentas con otras personas. “El trato con le resto de la gente era amable”. Por lo que “No se le puede llevar la contraria se transforma en: no consiente que su mujer le lleve la contraria. ¿Estrés?, ¿alcohol?, ¿ira? Dominio.
3. Le llora a su padre cuando ella le deja y le dice que le pegaba porque ella no se cuidaba. Le lloraba a ella diciendo que no lo iba a hacer más, cuando lo va a dejar o cuando lo va a denunciar, etc.
4. No le permitía trabajar, ni tener vida propia (Aislamiento). ¿Ira? ¿Alcohol?, ¿estrés? DOMINIO.
Trece años así. Un día tras otro ¿Cómo creéis que vivía la víctima la mayoría de los días en que no recibía palizas?
Y ella lo quería y pensaba que se podía solucionar.
¿De verdad pensáis que él no se aprovechaba conscientemente de ello?
¿Él es un enfermo? ¿Un mediador de la cultura? No, es un criminal sin ningún tipo de atenuante.
Ese control, ese dominio sólo lo ejercía sobre su mujer y nada más. Y no era una situación episódica, sino constante y cotidiana.
No debemos olvidar ¡nunca! que la violencia doméstica no se reduce ni a las palizas, los insultos, o el homicidio, aunque sean sus manifestaciones más radicales, sino que estas manifestaciones son la punta del iceberg de todo un sistema de relaciones en el que la víctima ha ocupado un lugar de sumisión durante mucho tiempo.
Evidentemente, este planteamiento puede ser visto como una opinión tremendamente subjetiva, ya que desde un principio, como no se cansan de repetir algunos, mi investigación se ha centrado en las víctimas del maltrato y, por tanto, no puedo tener un conocimiento de causa acerca de los motivos que desencadenan las agresiones.
Cierto, pero también lo es que yo, aunque haya trabajado con mujeres, he investigado los sistemas de relaciones domésticas a través de los valores que los configuran. Estos valores, tanto para la feminidad como para la masculinidad, son interdependientes y nos sitúan ante una mujer sumisa y un hombre dominante, y el hombre que domina es plenamente consciente de su dominio, del mismo modo que la mujer sometida lo es.
Otra cosa muy distinta es que sepan el origen cultural de sus conductas. Eso es otra historia. Y si bien es cierto que los maltratadores no son responsables de sus valores (como ni tú ni yo lo somos) también es cierto que sí lo son de sus conductas y de los objetivos que persiguen con las mismas (como tú y yo): “que haga lo que deseo”, “que se comporte como es debido”, “que no me falte el respeto”…
Lo que pasa es que es mucho más cómodo tratar al agresor como a un enfermo biológico o social: drogas, alcohol, loco, paro,… con lo que se consigue eludir el verdadero problema porque si es una enfermedad, curas dicha enfermedad y solucionado el problema ¿verdad?
Pero no, no hay enfermedad que curar, ni problemas psicológicos o sociales sobre los que descargar la propia ineptitud e inoperancia de algunos de los responsables de la lucha contra la violencia doméstica.
El problema va más allá de los individuos y se desarrolla a partir de los modos en que valoramos y sentimos nuestras relaciones domésticas. Y, en este sentido, el maltratador es el dominador y él es consciente de ese dominio y del daño que produce en las personas que maltrata.
domingo, 13 de mayo de 2007
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